Las Hermanas Carmelitas Descalzas nos regalan esta preciosa crónica de lo que allí vivimos.
Este
pasado domingo, día del DOMUND, tuvo lugar en la capilla del monasterio de las
Carmelitas Descalzas de Villar del Arzobispo una Oración Misionera.
Convocados
por la Comisión Diocesana de Misiones, nos encontramos una nutrida asamblea de
personas procedentes de las Parroquias de Chulilla, Losa y Villar del
Arzobispo, con sus respectivos párrocos.
¿Objetivo? Unirnos con nuestra oración
a los misioneros, que están entregando su vida, día a día, normalmente en
situaciones nada fáciles, para que a todos los hombres llegue la noticia y la
experiencia del amor de Dios. El silencio de adoración e intercesión ante el
Santísimo ocupó un lugar importante. Compartimos la oración de la Iglesia con el
rezo de Vísperas, presididas por D. Arturo García, Presidente de la Comisión, y
contamos con el testimonio de Onofre, seminarista de sexto curso, que nos
compartió su testimonio de misiones este pasado verano en
Perú.
Dos
sacerdotes, ocho seminaristas y dos chicos más, siendo valientes, como rezaba
el lema del DOMUND de este año, participaron durante el mes de julio en la
misión. De las realidades que más le llegaron, Onofre destacó el testimonio de
los misioneros, su dedicación para atender a las comunidades, dispersas,
distantes unas de otras y con muy mala comunicación; su permanencia, sin huir en
los momentos más duros. Nos contaba que en los momentos en los que el
terrorismo arreciaba con fuerza en la zona, mucha gente huyó para salvar la
vida, pero que los misioneros no huyeron. Se quedaron y eso hizo que ganaran
mucha credibilidad y que muchas personas se abrieran a Dios. También en las
frecuentes inundaciones, que devastan la zona, las personas se sienten
amparadas por su presencia y su ayuda. Ahí los misioneros se hacen claros
instrumentos de Dios para los demás. Nos invitaba a pedir por ellos, que dan la
vida para hacer llegar a Dios adonde no se le conoce y nos invitaba a nosotros
a llevar a Cristo también a los que tenemos más cerca que, teniéndolo todo, no
siempre tienen la alegría del Evangelio.
Fue un regalo unirnos con más
conciencia a la misión de la Iglesia, apoyándola desde nuestra oración.