martes, 2 de marzo de 2021

Un misionero desde Etiopía: las langostas se han comido 7/8 partes de la cosecha

El misionero Paul Schneider, sacerdote de la diócesis de Getafe, llegó a Etiopía en 2017. Su misión transcurre en el Valle de Lagarba, una zona montañosa de difícil acceso, donde 3.000 familias etíopes viven principalmente de la agricultura. Desde allí escribe este misionero:

“Espero que estéis bien, yo desde luego lo estoy. Siempre fortalecido por vuestra amistad y oraciones, me siento muy apoyado. Vuestras muestras de cercanía y apoyo en la distancia, y las relaciones que voy tejiendo con la gente aquí, hacen que esto se esté convirtiendo en mi hogar.

Algunos me habéis preguntado acerca del conflicto en el norte del país, en Tigray. Sé poco más de lo que se puede saber por las noticias: atentados, masacres, represalias, decenas de miles de refugiados hacia Sudán, y cortes en los suministros, comunicaciones y transportes. La red sanitaria está quebrada y los organismos de cooperación y de emergencia humanitaria lo tienen difícil para acceder a la zona y atender a la población. No conozco a nadie en esa parte del país, a unos 900 km al norte de aquí, y en esta zona de Lagarba la gente apenas habla de ello. Aunque aquí gozamos de una paz estable, uno no puede dejar de pensar en lo que está sucediendo en Tigray, y orar por la paz. Desde luego las guerras son obra del demonio, que siembra en algunos gobernantes y grupos avaricia y ansia de poder, y eso causa que miles de personas sufran hambre, estén sin dinero o medicamentos, y mueran o estén penando en el destierro. Lo menos que podemos hacer es tener un corazón que se conmueva por el sufrimiento de tantas personas que, según el Evangelio, son nuestros hermanos. Os pido también a vosotros que oréis por la paz en Etiopía, que es un país hermoso, lleno de riqueza humana, con gran diversidad cultural, y un patrimonio espiritual de siglos. No es sólo el país de hambrunas y desastres, es un pueblo con una gran historia y con mucho futuro.

Mi gente de Lagarba, mis agricultores, viven al día, y su preocupación está ahora en qué van a comer el resto del año. Como os dije en el último mensaje, hubo una plaga de langostas que consumió gran parte de los cultivos. La trilla del grano fue a finales de diciembre, y hasta entonces no se pudieron cuantificar las pérdidas, ahora ya lo sabemos con bastante precisión. Si una familia, por ejemplo, solía cosechar de sus tierras unos 800 kilos de grano para guardar para todo el año, este año, por la langosta, apenas han obtenido 100 kilos. Hay familias que esta vez no obtuvieron ni 30 kilos de su cosecha. Estamos a mediados de febrero y ya hay familias que están terminando de consumir lo poco que quedó tras la plaga. Algunos jóvenes se han ido a buscar trabajo en Dire Dawa o en otros sitios de la región, porque aquí la oferta de trabajo no es suficiente en estas circunstancias. Con todo, hay que decir que no veo a nadie angustiado por ello, y nadie ha perdido la sonrisa por ello. Por mi parte, estoy preparado para aliviar en estos próximos meses a las familias y a los más pobres, ya sea creando trabajo temporal, o por medio de pequeños préstamos o donaciones, según los casos. Como sacerdote y misionero, mi mayor servicio y privilegio es vivir, permanecer aquí con ellos, también en este año de estrechez y carestía, y ser un hombre de esperanza. Incluso para atender sus necesidades materiales, va todo muy unido: conocerlos bien, conocer su red familiar y su situación de salud, visitarlos en sus casas, saber lo que tienen y de lo que carecen, detectar quiénes son verdaderamente necesitados, aunque no lo pidan, porque a veces los que más lo necesitan no piden, mientras que otros pueden tener más picaresca que necesidad real. Es una satisfacción especial precisamente darles una ayuda o una solución antes de que la pidan, pues es anticiparse a su petición, y ahorrarles la dificultad de tener que pedir. Acordarse de ellos sin que tengan que volver, a veces es parte de la misión. Hasta ahora he repartido muchas ayudas a muchas familias, pero siempre es con una finalidad educativa, y vivo en ese difícil equilibrio entre ser generoso y compasivo, pero también exigente y poniendo límites. Como padre, nunca rechazas a tus hijos, les quieres dar todo lo necesario, y regalar más allá de lo necesario, pero quieres también que aprendan a volar, y que no se queden en lo superficial, en lo cómodo o en lo fácil, porque la vida sigue y no todo va a ser fácil y agradable. Quieres preparar a tus hijos para desafíos mayores. 



A Dhebiti sigo yendo una de cada dos semanas desde que asumí la responsabilidad de esa misión en septiembre. Aunque la casa parroquial está en peores condiciones que la de aquí en Lagarba, no le hago ascos a nada, y me siento igual de a gusto en las dos. Todo el revuelo que hubo se calmó y estoy en buena relación con los jefes del Kebele. Es posible que incluso en los próximos meses les ayude a reparar un tramo de carretera de unos 4 kilómetros, que conecta Dhebiti con Hara, el pueblo donde se obtienen productos básicos. Eso indudablemente favorecería el abastecimiento y desarrollo de la zona, y me lo hacen saber con insistencia, que estarían muy agradecidos si les puedo ayudar en eso.

Dos de los chicos que fueron encarcelados allí en noviembre se llaman Birhanu Mikael, y su mujer Fami Yusuf. Ya os dije que el motivo de su encarcelamiento fue su conversión (retorno en el caso de él) del islam a la fe cristiana. Birhanu, aparte de haber defendido su fe con admirable fortaleza en esos 4 días de encarcelamiento, maltratos y amenazas, es un hombre joven interesante, algo así como un artista con ideales y escaso sentido del ahorro. Hace un par de años vendió el único buey que poseía su familia para ir a Addis Abeba y grabar un disco en un estudio, y volvió a casa con las manos vacías, habiendo gastado todo ese dinero. Sus canciones en lengua oromo, de contenido simple y romántico, las escuchan muchos jóvenes de la zona en sus radios con tarjeta SD. Tiene una voz agradable y dicen que sus canciones gustan mucho, y que también ha compuesto algunas canciones de iglesia. Aunque ha ganado cierta fama por ello, eso no quita que son la familia más pobre de Dhebiti. Además de su mujer, vive con sus padres Mikael y AskaleMariam, y con sus hermanos pequeños Atsede -una chica de 15 años con una incapacidad física en la espalda que le impide caminar más allá de los alrededores de la casa-, y Amanuel y Nega, chicos de 13 y 8 años, que están ahora en el orfanato de Harar hasta junio. El padre tiene una salud muy deteriorada, está mayor y no tiene fuerzas para trabajar. La madre se multiplica en las tareas, pero no da mucho fruto si no hay un lugar digno donde hacer vida, o si no hay gallinas o cabras u otro animal de cría que se pueda vender obteniendo algo de beneficio.

Estoy muy contento, porque la semana pasada les hemos terminado de hacer la casa de tejado de chapa, una casa amplia, donde ya están viviendo él y su mujer, y sus padres y la hermana pequeña en la estancia contigua. Hubo que proporcionarles todo, hasta la madera y los clavos, porque realmente no tienen nada. Además, próximamente les vamos a comprar un buey para que puedan arar su pequeña tierra, en colaboración con otros vecinos. Hace un par de meses pensé para mí, ya es hora de que esta familia levante el vuelo y pueda vivir dignamente. Pues ya tienen casa y en nada tendrán un buey, que para un agricultor es indispensable para arar. Está por ver que sepan ahorrar y que su situación vaya prosperando, pero de momento percibo que están muy agradecidos, incluso abrumados. Son parcos en palabras pero sus miradas dicen mucho. Es para mí un honor poder canalizar vuestras ayudas, empezando por las familias más pobres. Yo todo lo hago por la fe, y para llegar a la fe y al testimonio, y que la vida y el amor de Cristo crezcan en ellos de día en día, es lo que más deseo. La verdad, no sé cómo interpretan ellos estas ayudas materiales. Yo sé que tengo que hacerlo, y luego su camino interior y sus lazos de afecto con la comunidad cristiana, su entrega y servicio a la comunidad en general, dependerán de ellos. Supongo que es como cuando estás dando la vida por tus hijos, educándoles, luchando para proporcionarles lo necesario, y luego la gratitud, o será una respuesta completamente libre, o no será nada, y la vida también les pondrá en su sitio. Por parte del padre, madre, educador, misionero… se requiere entrega y hacer lo que a uno Dios le pide y lo que las circunstancias lo reclaman, sin inquietarse por las idas y venidas de los hijos, sus traiciones o infidelidades, su olvido, su mayor o menor gratitud, porque con Cristo siempre se puede volver a empezar y retomar el camino. Siempre hay un ‘ahora nos renovamos’, y la relación con los otros se purifica y profundiza. He de confesaros que en 3 años y medio que llevo aquí nadie se ha hecho cristiano en relación a mi presencia, ni veo que la asistencia a Misa los domingos haya aumentado desde entonces. Eso es bueno, porque desafía mis pretensiones iniciales o lo que uno imagina que es la vida de misionero, y lo que realmente marca la vida son los tiempos de Dios y el profundo respeto al camino de cada uno. Yo estoy aquí para cuidar de un pueblo, acompañarlo, y los resultados no dependen de mí. Podemos animar, invitar, exhortar, y hasta ser vehementes, todo por amor, pero nunca debemos soltar la esperanza en el Dios que cumple la promesa de felicidad, y nuestra vida con los otros ha de reflejar su amor incondicional. Aunque yo quisiera que mi pueblo cristiano diera más muestras de religiosidad, de recepción y frecuencia de sacramentos, de discurso y testimonio audaz, el mismo Cristo nos enseña que no todo se cifra en manifestaciones externas, lo importante es la certeza interior, la conciencia de por qué hacemos las cosas, y dónde está realmente nuestro tesoro y nuestro corazón. Si yo estoy lleno de Dios, si estoy cierto de su Presencia y de que Él actúa, eso llegará a mi pueblo, aun sin palabras. Como decía san Francisco de Asís a sus hermanos: ‘id a los pueblos a predicar y, si fuere necesario, usad las palabras’. No hay mayor testimonio que la vida, los discursos no son tan necesarios.

Hay un par de historias más que querría contaros, pero se haría demasiado largo este mensaje. Lo dejo aquí de momento, y os comparto el enlace de una página web sobre mi misión en Etiopía. La ha hecho mi hermana María, que vive en California con su marido y sus dos hijos, y que en los últimos meses ha sentido un interés muy grande por esta misión y un deseo de darla a conocer. Está en inglés, o sea que os puede servir para el aula a los que sois profes o para dar a conocer mi misión con personas de otros países. https://pequita3.wixsite.com/ethiopiamission. Gracias por todo, os llevo en el corazón. Gracias al P. Borja que siempre pide por mí en las Misas. Un abrazo grande, y ánimo con todo.”