Luis Miguel Muñoz Cárdaba, nuncio en Sudán, fue entrevistado por José María Calderón, director de las Obras Misionales Pontificias, en el último programa “Tú eres misión” de TRECE, una entrevista que reproducimos a continuación. En ella el representante del Papa y la Santa Sede en Sudán se reconoció a sí mismo como misionero, y destacó la necesidad del trabajo de los misioneros en un país mayoritariamente musulmán, cuatro veces más grande que España, en el que la Iglesia local no tiene reconocida la personalidad jurídica. El nuncio agradeció las ayudas de Obras Misionales Pontificias, que les dan oxígeno para continuar su misión, y que además de apoyar proyectos, hacen posible que los misioneros puedan comer.
¿Qué es lo primero que vio en Sudán? ¿Ya había estado en África? Es mi primera experiencia africana, en destinos anteriores había estado en los cuatro continentes. Me faltaba África, y finalmente estoy aquí. Lo que primero me sorprendió es la pobreza y la suciedad que hay en las calles y en todas partes. Pero después, en un segundo momento, llama la atención la bondad, la dulzura, la sonrisa de la gente; incluso con tantos problemas y carencias que tienen siempre sonríen siempre son afables y sin prejuicios. Yo voy a veces por la calle con la cruz como obispo entre la gente, y todos saludan y todos sonríen sin ninguna dificultad. Son muy acogedores.
¿Cuál es la función de un nuncio en un país de misión? Un nuncio en la misión es como los curas de pueblo, que tenemos que hacer de todo. En general, la misión del nuncio es doble. Por una parte es representante del Santo Padre ante los obispos del lugar: es un instrumento de comunión entre Roma y las Iglesias locales. Y por otro lado, está la misión diplomática, representar a la Santa Sede ante los gobiernos entre los que estamos acreditados. Aquí es sobre todo la defensa de los grandes valores de la humanidad: la libertad religiosa, los derechos humanos, trabajar por la paz, el progreso… Esas son las grandes causas de la humanidad.
Sudán es un país musulmán, y los cristianos son minoría. ¿Las autoridades reconocen su papel? Sí, Sudan es un país mayoritariamente musulmán. Como sabéis, desde 2011 se dividió el país: el Sur, que era más cristiano y animista, se separó del Norte mayoritariamente musulmán. Y quedó aquí una minoría cristiana: los católicos más o menos pueden llegar a 1.100.000, que ocupan las franjas más humildes de la sociedad. Muchos de ellos son inmigrantes refugiados de Eritrea, de Sudán del Sur… Los gobiernos reconocen a la Santa Sede, hace muchos años estuvo Juan Pablo II visitando Sudan, tuvo una misa Jartum, y sí que reconocen la misión de la Santa Sede. Es más difícil el tema de la Iglesia local, porque no tiene reconocimiento legal. La Iglesia católica en Sudán todavía no está reconocida, no goza de personalidad jurídica. Yo digo siempre que estamos como el dicho español “te quiero más que ayer pero menos que mañana”. Hoy la situación es mejor. Como sabéis, hace 2 años hubo un movimiento, una especie de revolución cívica que puso fin a un régimen militar islamista que duró 30 años, que dificultó mucho la vida y la existencia de la Iglesia y de los cristianos. Actualmente es un periodo político de transición mucho más abierto, mucho más libre. Pero todavía esperamos que pronto -¡ojalá!- la Iglesia local pueda ser reconocida y gozar de persona jurídica. Esto ayudaría mucho a los misioneros con el visado, las propiedades de la Iglesia y muchos otros elementos.
¿Qué hacen los misioneros en un país como Sudán? Tenemos constancia de que hay dos misioneros españoles… Somos cuatro: yo me incluyo entre los misioneros. Hay una hermana -la más veterana-, que es una religiosa comboniana de Toledo de mi diócesis. También está el padre Jorge, un misionero comboniano de Madrid, que es el rector superior del Comboni College, que es un centro de estudios superiores, que está abriendo nuevas facultades para crear una universidad de inspiración cristiana católica. También hay una misionera del Camino Neocatecumenal de Valencia, María José. Y yo, somos cuatro. Hay misioneros también de otros países: italianos… Este es el país de los combonianos, aquí vivió, trabajó, evangelizó y murió San Daniel Comboni; la Iglesia en tiempos modernos nació con los combonianos, y por ello su presencia ha sido siempre muy fuerte, aunque ahora el relevo está pasando al clero local. Hay misioneros italianos ya mayores, van llegando también misioneros de otros países como India, Filipinas y otros países africanos.
¿Cuál es la labor de los misioneros? ¿Sigue siendo necesario que haya jóvenes que se planteen la vocación misionera allí? La Iglesia en Sudan es una Iglesia joven, muy joven. Necesita sin duda la ayuda fraterna, la experiencia de los institutos religiosos misioneros. Además, no hay muchas vocaciones. A diferencia con Sudán del Sur -allí sí que tienen bastantes vocaciones-, en el norte, en concreto Jartum, son muy escasas; hay clero local pero es todavía insuficiente. La labor de los misioneros, al igual que la del clero local, es por un lado la atención pastoral para los católicos: muchos emigrantes y muchos refugiados. Esta es una labor que es más invisible y menos reconocida por la sociedad sudanesa, la atención pastoral y espiritual. No olvidemos que es un país musulmán, que hasta hace poco estaba prohibida la evangelización y cualquier expresión pública cristiana. Actualmente hay más libertad. Por otro lado, otra misión importante de los misioneros, y la más conocida por ellos y más apreciada, es la educación y la sanidad. Los misioneros y religiosas -los combonianos, los salesianos-, tienen centros de estudios, escuelas, centros técnicos, etc., que gozan de gran prestigio. En ellos se educan estudiantes, en su mayoría son musulmanes, aunque hay algunos católicos. Se educa en valores y son muy apreciados por la sociedad, incluso por los gobiernos locales.
¿Qué significan para un nuncio en territorio de misión las Obras Misionales Pontificias? Aquí las Obras Misionales Pontificias son el oxígeno para respirar. La Iglesia local es pobre, los católicos, aunque son relativamente numerosos -más de un millón-, son muy pobres y la Iglesia no es autosuficiente en absoluto, para nada. El dinero que llega de las Obras Misionales Pontificias y de otras realidades y organismos internacionales o instituciones católicas privadas, son el oxígeno para poder seguir adelante. No solo para organizar proyectos, sino también para que los misioneros y sacerdotes puedan comer. Es decir, la Iglesia es muy pobre y depende totalmente de las ayudas del exterior, y agradezco de corazón la ayuda de las Obras Misionales Pontificias. En concreto de España, agradezco la gran generosidad de nuestra gente en estos tiempos difíciles de coronavirus, que renunciando un poquito de lo propio pueden colaborar para hacer mucho bien en los países de misión -en concreto estoy hablando de Sudán-, donde las pequeñas ayudas de Europa aquí se multiplican y hacen un bien extraordinario.
¿Cómo es la Iglesia en Sudán (del norte)? Sudán tiene solamente dos diócesis. El territorio sudanés es cuatro veces España: dos diócesis y una región pastoral. Hay un cardenal emérito y cuatro obispos en activo. En cuanto a seminaristas, Jartum tiene muy pocos, 1 o 2; en las diócesis del Sur hay un poquito más. Todavía es insuficiente, y por eso es necesaria la presencia de los misioneros. Hay más vocaciones en Sudan del Sur, que es mayoritariamente cristiano y animista. Los seminaristas, antes de la división del país, estudiaban y se formaban en la capital, en Jartum, en el antiguo gran seminario mayor. Desde la división en 2011, los seminaristas mayores van a Juba -que es la capital de Sudán del Sur- y allí se forman. En Jartum hay un pre seminario para un año de discernimiento, antes de que los muchachos pasen a Sudán del Sur al seminario mayor.
¿Cómo es la realidad de COVID-19 allí? Aquí casi no es visible. Aunque hay cifras oficiales de contagios y hay fallecidos -es difícil el cómputo cuando la mayoría de la población vive en aldeas dispersas-; sin embargo, incluso aquí en la gran ciudad la vida es normal. Poquísimas personas llevan mascarillas. La Iglesia hace un esfuerzo, los sacerdotes en las celebraciones usan mascarilla para protegerse, pero no hay conciencia. No hay demasiados casos aparentemente, hay pocos fallecimientos que se sepa y está la mentalidad de la gente de que esto es una enfermedad de blancos. Aquí hace mucho calor, y hay que decir que aquí hay muchas enfermedades como la malaria; y también la actual situación económica, que es durísima.
¿Cree importante la iniciativa que tuvo el Papa el año pasado de que los futuros diplomáticos pasen un año de su formación en un territorio de misión? Me parece que puede beneficiar, sin duda. Es una intuición que todavía no ha podido llevarse a cabo a causa de la pandemia global. Sí creo que es importante y puede ser muy positivo. Yo creo que la idea de Santo Padre es acentuar la dimensión pastoral de los nuncios. Y también, y por qué no decirlo, la escuela diplomática también es un tiempo de discernimiento para estos jóvenes, para ver si pueden hacer este servicio el futuro. Es bueno darse cuenta de que la mayor parte de su vida futura como diplomáticos de la Santa Sede la van a pasar en países del Tercer Mundo, en países humildes y pobres, muy cerca de los misioneros y de las comunidades autóctonas; lo cual es también como un entrenamiento para el futuro.