jueves, 31 de enero de 2019

“La misión del sacerdote nunca acaba”


Sergio Pelarda, seminarista del Seminario Mayor de la Inmaculada de Moncada, nos cuenta sus impresiones de la visita que les hizo el misionero d. Vicente Amargós. Hoy, el misionero valenciano ya está de vuelta en su misión en Venezuela, país que, como bien sabemos, se encuentra en una situación compleja.

Esta frase, que puede pasar desapercibida, nos la dijo el pasado 15 de Enero un sacerdote valenciano, que tras su etapa pastoral al cargo de algunas parroquias de nuestra diócesis de Valencia pensaba que su vida sería un descansar continuo en el Señor ayudando desde la jubilación merecida.
Don Vicente Amargos, es un sacerdote valenciano en Venezuela. Un sacerdote de 90 años que a los 80 decidió, con la ayuda del Espíritu y la providencia, continuar su labor pastoral atendiendo como director espiritual en el seminario mayor de la diócesis de Ciudad Bolívar.
Cuando pensamos en un sacerdote de 90 años podemos pensar en un hombre cansado, mayor, con poca vitalidad… y justo todo lo contrario es Don Vicente, un hombre alegre, con vitalidad, con ganas siempre de más… un hombre de Dios. El Señor siempre se las ingenia para hacer de las suyas si nos ponemos a tiro. Él hace de nosotros personas nuevas y con ganas de dar la vida por él, y eso hizo este sacerdote valenciano.

En el encuentro que pudimos tener con él compartimos realidades que se viven en Venezuela. Como la pobreza esta atacando a un país tan rico, como la delincuencia es la forma de sobrevivir, como las familias salen del país para poder dar de comer a sus hijos… -Y en medio de esas desesperanzas ¿Dónde está Dios?- le preguntamos, -en la Fe de la gente y en la Iglesia-. Venezuela es un país con mucha fe. La Iglesia está al lado de los más pobres, es el sustento de tantos y tantos venezolanos que no tienen dinero para poder dar de comer a sus hijos, pero tampoco para salir del país. Caritas reparte cada día alimentos. En ocasiones han de “disfrazarlos” para que el gobierno no los incaute. La entrega de la Iglesia hacia los más pobres es constante. ¿No es esto testimonio vivo del evangelio?

Recemos por Don Vicente, recemos por Venezuela. Recemos por sus seminaristas, los cuales en ocasiones abandonan el seminario para poder atender a sus familias por falta de recursos. Esto nos pidió este sacerdote que continua entregándose a la misión que Cristo le ha encomendado, que rezáramos por un país al que vemos cada vez más debilitado y con el que Dios sufre, al igual que sufrió con su Hijo. Que la Luz de la Iglesia, que es la de Cristo Resucitado, nunca deje de iluminar a aquellos que hoy dan la vida en Venezuela.