Este domingo 21 de octubre se celebra en todo el mundo el Domingo Mundial de
las Misiones, el DOMUND, una jornada misionera en la que se tiene presente a los
más de 14.000 misioneros repartidos por los cinco continentes. Las Obras
Misionales Pontificias respaldan su labor y les ayudan en esa preciosa tarea no
exenta muchas veces de dificultades. Considera que ellos, los misioneros, son el
mejor proyecto de solidaridad, son personas con nombre y apellidos que entregan
su vida por los demás y, además, trabajan por transmitir la fe, como Marcos
Delgado Arce, de la Sociedad de Misiones Africanas, en Benín: “Acabo de venir de
Salanga, un pueblo a 42 kilómetros de la misión, donde hemos celebrado 14
bautismos y 3 bodas de los bautizados. Toda una fiesta en la más grande
sencillez. Ayer por la noche tuvimos también otros 12 bautismos en
Baugou”.
Trabajan por la educación: “Llevo
por estas tierras más de 35 años. Mi trabajo es dirigir una universidad
jesuítica en pleno territorio maya, Quetzaltenango, con más de 6.000 alumnos, y
el fin primordial de nuestras obras educativas siempre ha sido la formación
integral de los alumnos”, cuenta José Mª Ferrero Muñiz, Jesuita, desde
Guatemala.
Los misioneros están cerca de
quienes sufren guerras: “Nos toca acompañar a este pueblo en esta difícil
situación, que sobre todo hace sufrir a los más desfavorecidos”, dice Arantza
Bajineta Astigarraga, Sierva de María de Anglet, en Costa de Marfil.
Los misioneros están presentes
antes, durante y después de las catástrofes, como nos explica Mª Visitación
Zuazu Sola, Misionera Dominica del Rosario, en Perú. “Desde hace ocho años estoy
en San Clemente (Pisco), intentando ayudar en la construcción de casas y
personas después del terremoto del 2007”.
Comparten la pobreza: “Tengo 81
años, de los cuales he pasado 46 en Zimbabue y 8 con un cáncer a cuestas, por
fortuna ya operado y sin metástasis. Sigo ayudando a mis pobres mandando dinero
y ropa y lo que sea”, explica José García González, Instituto Español de
Misiones Extranjeras, desde Zimbabue.
En definitiva, los misioneros se
hacen uno más con la gente: “Apenas hace cuatro meses que llegué a mi misión,
por lo tanto, por ahora estoy conociendo la realidad y aprendiendo el idioma
camboyano”, Gema Extremo Aranda, Hija de María Auxiliadora, en
Camboya.