Oración inicial
¡Oh , Espíritu
Santo alma de mi alma!
Yo te adoro.
Ilumíname, guíame, consuélame, fortaléceme,
dime que
debo hacer, dame tus órdenes.
Te prometo
someterme a todo lo que quieras de mí
y aceptar
todo lo que permitas que me suceda;
solamente te
pido conocer tu voluntad.
Amén.
Lectura:
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque su amor no tiene fin.
Convierte la noche en día,
porque su amor no tiene fin.
Transforma la cruz en gloria,
porque su amor no tiene fin.
Éste es el día del Señor,
el domingo gozoso deseado,
la primavera concentrada,
la Pascua que no termina.
Siempre que el Señor actúa es de día,
siempre que se hace presente es la Pascua,
en donde ya no hay miedos ni tristezas,
en donde todo es gozo y alegría.
La diestra del Señor es poderosa:
removió la piedra del sepulcro,
hizo huir a los guardias temerosos,
levantó el cadáver destrozado
y lo llenó de vida para siempre.
Levanta a todos los caídos,
sostiene a todo el que se dobla,
rescata a todos de la muerte.
Triunfa la vida. Nadie morirá.
La muerte se aleja en retirada,
las piedras desechadas serán reconstruidas.
Los corazones rotos serán vivificados.
Todas las esperanzas son posibles
y ya se pueden dar palabras definitivas,
porque Cristo victorioso está en el centro de la historia,
es Alfa y Omega, el sol que dinamiza el mundo.
Hemos visto, en el tema anterior, que del amor originario del Padre se deriva un generoso dinamismo de comunicación, de apertura y de acogida. Del amor primordial del Padre procede eternamente el Hijo. Este Hijo es enviado al mundo para comunicar y proclamar cómo es Dios y cómo es y debe ser el hombre, para reconciliar a Dios y a la humanidad deformada por el pecado, para mostrar su solidaridad con los hombres que sufren y para ofrecerles el horizonte de la esperanza que anhelan.
Jesucristo, por ser el Hijo, es considerado como el misionero por antonomasia, porque realiza con entera fidelidad el encargo recibido del Padre. “Desde el primer instante del tiempo hasta el último, Jesús es el único mediador universal. También para cuantos no profesan explícitamente la fe en Él como Salvador; la salvación llega a través de Él como gracia, mediante la comunicación del Espíritu Santo. Nosotros creemos que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el único Salvador, dado que sólo Él, el Hijo, ha realizado el plan universal de la salvación” (EAs 14).
Además, es considerado como el fundamento de la acción misionera de la Iglesia: ésta no hace más que prolongar la misión misma de Jesucristo a favor de los hombres, y lo hace siempre bajo su presencia y su garantía.
El Hijo, enviado desde la intimidad del Padre: Jesús, desde el momento inicial de su aparición en este mundo, muestra una profunda y radical conciencia de la misión que le había sido encomendada. La carta a los hebreos resume magníficamente esta actitud (Hb 10,5-9).
Una misión mesiánica y filial: Jesús va a actuar como Mesías bajo la figura del siervo de Yahvé: como aquel que sirve, que está dispuesto a cargar con los pecados y las incomprensiones de los demás. Esta salvación en último término se condensa en el don de la filiación: descubrir a Dios como Padre, reconocerse uno mismo como hijo y por ello contemplar a los demás como hermanos.
La entrega de la propia vida: el misterio pascual: En eso consiste realizar la misión del Hijo: si Él desde la eternidad todo lo ha recibido del Padre como regalo de pura generosidad, debe regalar la misma generosidad a los hombres todos, anulando el propio egoísmo y saltando la barrera del odio que el otro había levantado. Jesús muere, por tanto, en nombre de todos y a favor de todos. Su muerte salvífica es universal.
El Resucitado acompaña la misión de su Iglesia: Jesús
encarga a sus discípulos: id, acercaos a todos los pueblos y naciones,
mostrándoles el modo nuevo de vida, manifestando un rostro insospechado de
Dios, contándoles y ofreciéndoles la comunión del Padre, del Hijo y del
Espíritu; liberad a todos de sus angustias y decepciones, porque han sido
acogidos y comprendidos por Dios; regaladles la esperanza, porque la Trinidad
sigue acompañándoos en el duro caminar a través del tiempo... Para esa misión
Jesús les garantiza su presencia –por el Espíritu– hasta el fin del mundo,
hasta el cumplimiento de la misión.
Preguntas para la reflexión:
¿De qué forma Jesús es parte de tu relación con Dios, lo ves realmente como Padre?
¿Cómo te acompaña Jesús en la misión que te ha encomendado?
¿Qué dones o habilidades crees que te faltan para parecerte más a Jesús y poder realizar una mejor misión?
¿En el anuncio que haces en tu misión, es Jesús el centro del mensaje o lo eres tú?
¿Cómo podemos hacer para que las personas a las que misionas tengan un encuentro real con la persona de Jesucristo?
Es muy importante saber ¿Por qué Dios se hizo hombre y cuál es la misión de Jesucristo? Por eso te invitamos a ver este vídeo.