Queridos
hermanos y amigos,
El seminario misionero Redemptoris Mater de Ciudad del
Cabo abrió sus puertas de nuevo el pasado 4 de febrero, después del período
veraniego. Como sabéis, este año casi todos los seminaristas han sido enviados
a sus comunidades y familias de origen, después de un largo tiempo sin regresar
a sus casas, a causa del inicio de la pandemia en 2020. Debido a varios
problemas causados por la variante omicron, la fecha de vuelta se ha
ido ajustando hasta primeros del mes de febrero. Damos gracias a Dios por estas
largas y necesarias vacaciones de reencuentro con las familias y hermanos de
comunidad.
Las
vacaciones son un tiempo muy importante en la formación de los seminaristas,
contrariamente, quizás, a la opinión de algunos. Y hoy más que nunca, donde las
diferencias entre la “vida conventual” y la vida “en el mundo” son tan
acuciantes. Por eso las vacaciones no sólo representan una pausa de descanso
del año académico, sino un auténtico tiempo de aprendizaje en el combate de la
vida cristiana, en medio de los peligros por todos conocidos.
Salir de vez en cuando del ambiente protegido y estructurado del
seminario sirve de prueba y verificación. Como si quitásemos el andamio de un
edificio en construcción para verificar la solidez de los cimientos, de la
misma forma la experiencia de vivir sin una regla y sin los formadores sirve
para verificar si ese andamio es sólo una estructura externa que nos quitamos
al salir o si vamos adquiriendo otro modo de vida de manera libre y
responsable, como hombres adultos. El contacto con los familiares y amigos a
menudo provoca crisis afectivas y dudas, que Dios dispone en el camino para
consolidar la llamada.
Los
seminaristas fueron enviados, según una antigua costumbre de muchas ordenes
religiosas, de dos en dos, lo que llamamos nosotros la regula
socii. En pocas palabras, estás siempre con otro con el que
compartes las 24 horas del día, como una ayuda para la batalla de cada día con
la pereza, con la oración, con la castidad. La sabiduría de esta tradición nos
dice que algunas luchas no las podemos vencer solos, y que, a causa de nuestra
debilidad, necesitamos la ayuda de otro al lado que nos recuerde las cosas, nos
corrija, o simplemente esté ahí sin hacer nada. Aceptar la “molestia” de otro
siempre al lado es mejor escuela que cualquier libro de espiritualidad... Nos
ayuda a conocer nuestros límites, nuestras manías, nuestras obsesiones, y en
definitiva qué pobres somos todos. La convivencia estrecha nos abre al amor
verdadero que consiste en llevar los unos los pesos de los otros.
Durante estos dos meses de verano los seminaristas han podido conocer
las respectivas familias de los demás seminaristas, así como otras naciones y
culturas. También visitar lugares naturales impresionantes como las cataratas
de Iguazú en la frontera entre Brasil y Paraguay, y pasar alguna que otra
aventura, como viajar sin dinero etc. Esta experiencia de volar fuera del nido
ha sido muy positiva, como todos han reconocido a la vuelta. Les ha ayudado a
descubrir la belleza de otros países, ampliar los horizontes de la propia
cultura local, y, en definitiva, a crecer, y se crece cuando abrimos los ojos a
lo que el otro puede enseñarnos. Es importante que estos jóvenes, que se forman
con un espíritu misionero, aprendan a salir de sus esquemas nacionales o
nacionalistas y adquieran una visión universal.
A la semana siguiente de la llegada a Sudáfrica de todos tuvimos un
retiro espiritual para abrir el año con nuestros catequistas itinerantes.
Tuvimos ocasión de escrutar y recibir una Palabra para todo este año 2022,
centrada en la figura de Josué, el sucesor de Moisés, que tuvo la misión de
introducir al pueblo de Israel en la Tierra Prometida. Como sabemos, cuando el
pueblo llegó a la tierra, resultó que estaba ocupada por otros pueblos que le
plantaron batalla. Por eso Dios acrecentó la fuerza y vigor de Josué para poder
acometer tantas hazañas. Es sin duda una buena imagen de la misión de estos
futuros presbíteros que tendrán que luchar contra muchos enemigos, fiados en su
Dios, si quieren llevar a los pobres y los alejados a la tierra de libertad que
les ha conquistado Jesucristo con su sangre.
Después del retiro comenzaron las clases. Este año finalmente hemos
comenzado con algunos cursos presenciales, mientras que otros continúan on line.
Como siempre, nos impresiona como el Señor provee profesores de todo el mundo
que sienten de corazón, como parte de su misión docente, enseñar a los
seminaristas. En este primer semestre contamos con la inestimable ayuda de
algunos profesores locales, que, siendo párrocos en Ciudad del Cabo, reciben a
los seminaristas en sus parroquias para los días de clase. De esta forma están
conociendo algunas parroquias y el trabajo que hacen los sacerdotes en
diferentes lugares de la diócesis.