Alfonso Blas en su intervención sobre la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, fundada en 1822 por Paulina Jaricot, apuntó que se trata de una Obra “tan necesaria o más que cuando vio la luz hace ahora 200 años, porque, como dice el papa Francisco, siguen urgiendo misioneros de esperanza que sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo”. “La Obra de Propagación de la Fe es una obra pionera no solo por ser la primera sino en cuanto fue estímulo e inspiración para la creación de las otras Obras Pontificias”, señaló. Por su parte, Fernando González habló de la Infancia Misionera, fundada en 1843 por Charles de Forbin-Janson, y explicó que sigue manteniendo su lema “Los niños ayudan a los niños” y lo hace “de dos formas: con la oración y la limosna. Un obra que no se reduce a una jornada sino que propone un crecimiento en la fe y en la misión a los más pequeños”.
Rafael Santos, que expuso la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, fundada en 1889 por Juana Bigard y su madre Estefanía, enfocó su intervención partiendo de que San Pedro Apóstol es aún una Obra poco conocida”. Algo sorprendente, teniendo en cuenta sus más de 130 años de andadura y ser crucial para 85.000 vocaciones locales de las Iglesias jóvenes: “no es que gracias a esta Obra los seminarios van mejor en los territorios de misión; es que gracias a San Pedro Apóstol los seminarios ‘van’ en los territorios de misión”.
Justo Amado concluyó este recorrido con su intervención sobre la Pontificia Unión Misional, fundada en 1916 por el beato Paolo Manna con la ayuda de San Guido María Conforti. Una obra, considerada “el alma de las Obras Misionales Pontificias”, que busca que la misión no sea un añadido o lo que se hace después, sino que todo bautizado viva la misión como algo propio.
La mesa redonda está disponible en el canal de Youtube de la Universidad San Dámaso.