El Papa Francisco decía la semana pasada, en la Santa Misa con ocasión de los 500 años del cristianismo en Filipinas, que este es el programa pastoral de esta Iglesia en la estela de los misioneros que la fundaron hace cinco siglos.
Se ha tomado como referencia para este aniversario la primera misa celebrada en Filipinas. Fue en Limasawa, una isla en la provincia de Leyte. La celebró fray Pedro de Valderrama, capellán de la nao Trinidad, capitana de la expedición Magallanes-Elcano que dio la primera vuelta al mundo. El día 28 de marzo de 1521, la expedición llegaba a la isla de “Massana”, la actual Limasawa, y fue el día 31 de marzo de 1521 cuando se celebró la Misa del Domingo de Pascua de aquel año.
En la homilía el Santo Padre tras comentar el Evangelio del Domingo, el “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único”, de San Juan. Recordaba que “el contenido del Evangelio, en efecto, no es una idea o una doctrina, sino que es Jesús, el Hijo que el Padre nos ha dado para que tengamos vida”.
“Queridos hermanos y hermanas, han pasado quinientos años desde que el anuncio cristiano llegó por primera vez a Filipinas”, les decía el Papa directamente a los filipinos. “Habéis recibido la alegría del Evangelio: Dios nos amó tanto que dio a su Hijo por nosotros. Y esta alegría se ve en vuestro pueblo, se puede ver en vuestros ojos, en vuestros rostros, en vuestros cantos y en vuestras oraciones. La alegría con las que ustedes llevan su fe a otras tierras. ¡Muchas veces he dicho que aquí en Roma las mujeres filipinas son ‘contrabandistas’ de fe! Porque a donde van a trabajar, trabajan, pero también siembran la fe. Ésta es ―permítanme la palabra― una enfermedad hereditaria, pero ¡una dichosa enfermedad! ¡Consérvenla! Lleven la fe, ese anuncio que ustedes recibieron hace 500 años, y que ahora traen. Quiero darles las gracias por la alegría que traen al mundo entero y a las comunidades cristianas. Pienso en tantas lindas experiencias en las familias romanas ―pero es así en todo el mundo― donde vuestra presencia discreta y trabajadora se ha convertido también en un testimonio de fe. Con el estilo de María y José: Dios ama traer la alegría de la fe a través del servicio humilde y oculto, valiente y perseverante”.
“En este aniversario tan importante para el santo pueblo de Dios en Filipinas, quisiera también exhortarlos a no detener la obra de evangelización, que no es proselitismo, es otra cosa. El anuncio cristiano que habéis recibido debe llevarse siempre a los demás; el evangelio de la cercanía de Dios se debe manifestar en el amor a los hermanos; el deseo de Dios de que nadie se pierda pide a la Iglesia que se ocupe de los heridos y marginados. Si Dios ama tanto que se entrega a nosotros, también la Iglesia tiene esta misión: no es enviada a juzgar, sino a acoger; no a imponer, sino a sembrar; la Iglesia está llamada no a condenar, sino llevar a Cristo que es la salvación”.
“Sé que éste es el programa pastoral de vuestra Iglesia: el compromiso misionero que involucra a todos y llega a todos. Nunca se desanimen de caminar por esta senda. No tengan miedo de anunciar el Evangelio, de servir y de amar. Y con vuestra alegría podrán hacer que se diga también de la Iglesia: ‘¡tanto amó al mundo!’ Una Iglesia que ama al mundo sin juzgarlo y que se entrega por el mundo es bella y atractiva. Queridos hermanos y hermanas que así sea, en Filipinas y en todas partes del mundo”.