La Cuaresma es tiempo de conversión, pero una conversión que dura toda la vida. Cada día debemos tender a Cristo. Esa es nuestra conversión que vivimos de manera especial durante la Cuaresma, la cual nos prepara para vivir la muerte y resurrección del Hijo de Dios por nosotros. Y, ¡ya ha llegado!
Este domingo iniciamos ese camino en la cima. Y, no te preocupes si crees que no te has preparado lo suficiente, que has estado más a otras cosas, porque Dios nunca deja de buscarte. Siempre estás a tiempo de volver tu mirada y tu vida a Él.
Pero a veces nos cuesta reconocerle o encontrarle. Él mismo dijo: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40b). Puedes volver tu mirada y tu vida con gestos de amor hacia nuestros hermanos necesitados, en ellos está Cristo.
Esta es otra nueva dimensión para nuestra conversión en este camino que venimos recorriendo desde el Miércoles de Ceniza.
¿Cómo te sientes cuando descubres la necesidad, la angustia, la soledad, el dolor… de un hermano?
Igual que sufrimos ante estas realidades, también nos alegramos viendo la alegría del otro, sobre todo, cuando reconocemos que es, como hijos de Dios, miembro de nuestra familia, amigo, hermano.
El Papa Francisco nos dice que “la caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión”.
A veces nos cuesta compartir lo poco que tenemos, pero cuando lo hacemos con amor, es fértil para nosotros pues nos llena de gozo, no por el reconocimiento (que no debe de ser perseguido) sino por la plenitud y sentido que da a nuestra vida. Pero también es fértil para quienes lo reciben, porque lo poco nuestro se multiplica para ellos como don de Dios, como en el milagro de los panes y los peces, pues Dios se conmueve de la necesidad de sus hijos.
Así pues, la limosna se transforma en un acto concreto del amor para quien lo recibe. Como en los 877 proyectos que las Obras Misionales Pontificias sostienen en los 1.115 territorios de misión a través de la obra de los misioneros y vuestros donativos.
Como acto concreto de amor, pídele hoy a Jesús que te ayude a reconocerle en quien sufre, para poder, con tu vida y tus acciones, poder ser testimonio generoso de su infinito amor. Da y date tú, para darle a Él.
