martes, 5 de mayo de 2020

El obispo valenciano del Vicariato peruano de Requena reparte alimentos a más de 200 familias y ancianos sin recursos y a comunidades aisladas


El obispo del Vicariato Apostólico de Requena, en Perú, el franciscano valenciano monseñor Juan Oliver, junto con catequistas y voluntarios de la comunidad parroquial que atiende en el Amazonas peruano - afectado por la crisis sanitaria- está repartiendo alimentos de primera necesidad a más de 200 familias y a ancianos sin recursos y a comunidades ribereñas aisladas a las que acceden con canoa a través de los ríos.


“Existe una gran necesidad”, expresa monseñor Oliver que asegura que ya han entregado más de 800 bolsas con comida. “Con nuestros recursos y contando también con la ayuda de algunas familias del vicariato y voluntarios, responsables de capillas, de Cáritas, catequistas, intentamos aportar nuestro granito de arena”. 



Según afirma el religioso valenciano, aunque en el Vicariato no se han registrado apenas casos de infectados “nos encontramos confinados” y  “ojalá esta situación sirva para que aprendiéramos a darnos más la mano y a practicar el `nosotros´ y `nuestro´, y no el `yo´ y `mío´”. Se trata de “solidaridad, de compartir, de salir de nosotros y no apartar nuestros ojos ni nuestro corazón de donde están los hermanos más necesitados, porque allí está el Señor, allí nos espera”.



La ayuda está llegando a cientos de familias necesitadas, que viven en los barrios de la ciudad y en los caseríos en comunidades aisladas presentes a lo largo de la riberas de los ríos. Asimismo, hace unos días la Municipalidad Provincial de Requena entregó, con la aportación del Gobierno peruano, alimentos a 2000 familias.  “Siempre la aportación es para la gente más necesitada, para aquellos que no reciben otras ayudas”, según Oliver que ha trasladado un mensaje de gratitud a la diócesis de Valencia y al cardenal arzobispo Antonio Cañizares por su apoyo.



El Vicariato de Requena, con el que la diócesis de Valencia está vinculada mediante un compromiso misionero, a iniciativa del cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, cuenta con 82.000 kilómetros cuadrados de extensión -con una población de 150.000 habitantes- y está dividido actualmente en 8 parroquias, cada una de ellas con 30 y 40 caseríos, “a los que no podemos acceder a todos con facilidad, ya que la única vía de comunicación existente es navegar a través de los ríos”.

Retransmisiones de misas en Facebook y programa de radio



En cuanto a las celebraciones de la eucaristía, monseñor Oliver afirma que, aunque “vivimos completamente encerrados por el confinamiento y se han suspendido celebraciones y actividades”, la Iglesia acompaña a las familias en sus casas. Actualmente,  la parroquia San Antonio de Padua de Requena retransmite por Facebook la misa dominical, también por una emisora local y una cadena de televisión, y monseñor Oliver ofrece un programa de radio todos los días a las siete donde se hacen lecturas del Evangelio y reflexiones. 



Las retransmisiones “no son de calidad” porque los medios técnicos son precarios pero “estamos contentos porque llegamos a los hogares y tenemos una capacidad muy grande de fomentar lo que es la vida en la familia, para que se entienda como una Iglesia doméstica, donde se escucha la Palabra de Dios, se ora y se reflexiona y la gente no ha perdido el sentido religioso más bien al contrario”.



En el vicariato de Requena, en Pascua, es tradicional que en todas la celebraciones se realice una bendición de agua y se lleve el agua bendita a las casas. Como este año no se pudo realizar “decidí salir con el Santísimo en procesión y bendecir el agua que la gente había colocado en cubos a las puertas de las casas. Fue como recibir la presencia de Jesús, la vida, y llenarnos a todos de esperanza porque el mal no triunfará”, asegura Oliver.



Monseñor Travieso, del Vicariato San José del Amazonas, infectado con COVID-19



Por su parte, el Vicariato de San José del Amazonas, al frente del cual figura como vicario apostólico monseñor Javier Travieso, con el que la diócesis de Valencia también tiene un compromiso misionero, se encuentra afectado igualmente por la pandemia y las medidas de confinamiento.



Precisamente, monseñor Travieso ha permanecido más de 20 días aislado después de pasar otros cinco en el hospital regional de Loreto porque quedó infectado por el coronavirus. “Estoy mejorando, pero debo permanecer aislado todavía”, asegura. Actualmente se encuentra en condiciones de aislamiento total y bajo supervisión médica permanente.



“Gracias a Dios, ninguno de los misioneros del Vicariato ha sido afectado, ni en los puestos de misión ni en ningún grupo de ellos que, no habiendo podido regresar a sus comunidades del Río Putumayo y del Bajo Amazonas, permanecen aquí, en Iquitos, en el convento franciscano desde el que se hacen los servicios de oficina y atenciones varias para el Vicariato”, afirma.



El Vicariato de San José del Amazonas cuenta con una superficie de 155.000 kilómetros cuadrados, está dividido en 11 parroquias, con una población de 180.000 habitantes, y 16 puestos de misión.



Precisamente, según un comunicado emitido y firmado el 22 de abril por los Obispos de los Vicariatos Apostólicos de la Amazonía Peruana, entre los que figuran monseñores Oliver y Travieso, “todo el país está amenazado por esta pandemia” y las “desigualdades sociales dejan desprotegidos a los más débiles haciéndolos más vulnerables ante el COVID-19”. 



Así, constatan “que muchas personas pobres no han sido beneficiadas” por las ayudas oficiales porque no están incluidas en el padrón y “estas deficiencias se agravan cuando son padecidas por los pueblos indígenas de la Amazonía, la población más indefensa ante esta pandemia”.



Igualmente, expresan su “especial preocupación” por la “extrema vulnerabilidad de los pueblos in- dígenas en aislamiento y contacto inicial (PIACI) pues, si esta pandemia llegara a sus territorios, tendría consecuencias desastrosas que harían peligrar su supervivencia”.



Por ello, urgen a establecer “una estrategia sanitaria de emergencia adecuada a la realidad indígena y rural de la Amazonía”. Así, “es necesario implementar una estrategia que asegure alimentos y productos de higiene y limpieza para afrontar en mejores condiciones la pandemia y la cuarentena durante los siguientes meses”.



Asimismo, en este tiempo “en el que nos vemos obligados a prescindir de nuestras celebraciones comunitarias de la fe”, los Obispos animan a fortalecer la Iglesia doméstica en cada hogar”. La familia "es la base de la sociedad y de la comunidad creyente”, aseguran.



Según expresan los Obispos, “la Iglesia sigue viva y su caridad no descansa”. Por eso, “estamos poniendo a disposición de las autoridades sanitarias nuestros espacios físicos”. Así, desde las Cáritas vicariales y parroquiales están ofreciendo sus recursos humanos y económicos para aliviar esta crisis”. Y, “siendo Cristo Resucitado el mayor tesoro que la Iglesia puede ofrecer (cfr. Hch 3, 6), ahora más que nunca, nos sentimos unidos en la oración con todo el Pueblo de Dios y con todas las personas de buena voluntad”, concluyen su comunicado.



La misionera valenciana del “equipo itinerante” de la Amazonia, confinada en Iquitos (Perú), alerta del desabastecimiento de alimentos



Igualmente,  la misionera valenciana Eugenia Lloris, religiosa del Verbum Dei que lleva más de 23 años en Brasil, y que integra el equipo itinerante de la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), se encuentra en estos momentos confinada en Iquitos (Perú) sin poder itinerar para “salir al encuentro de los pueblos indígenas”. Precisamente, la misionera es una de las personas que  está ayudando a monseñor Travieso desde que conoció que estaba infectado con COVID.



Según Eugenia Lloris, la pandemia está dejando a pueblos completos sumidos en la pobreza, ante el aumento de casos de COVID-19 en el territorio amazónico y el desabastecimiento de alimentos cada vez es mayor,  por eso, alerta de la dramática situación que se está viviendo.



“La gente vive del día a día, de vender lo que cosecha”, y ahora no puede. Además, “las casas no están preparadas para un aislamiento” porque son de madera y albergan a muchos miembros de las familias que no tienen medios para protegerse.

“Aquí las mascarillas también son difíciles de conseguir y la propia gente las está fabricando con tela y con botellas de plástico”. Además, según asegura la misionera, la campaña “Quédate en casa” es más difícil seguir “cuando la cultura del pueblo es vivir al día, ganar cada día el dinero con la venta de sus productos en el mercado, las ayudas son insuficientes y aquí la población dice “Muero de COVID o de hambre”. “Son pueblos frágiles porque además del COVID están amenazados por otras epidemias como la malaria o el dengue, sin recursos médicos”, afirma.

Además, a todo ello se suma el “grave derrame de petróleo en la Amazonía, por la rotura de dos importantes oleoductos que ha provocado el vertido de hidrocarburo en los ríos Coca y Napo, que es un recurso vital para estas familias”.

Se estima que 97.000 personas están afectadas por la contaminación de los cauces y riberas, lo que les impide usar el agua para beber, pescar, cocinar y asearse, en un contexto de mayor vulnerabilidad por la pandemia del coronavirus.  

AVAN