El padre Juan Escalera Cano escribe desde Quito, Ecuador, hablando de la situación de este país, en proporción, el más afectado por el coronavirus en América latina. Además, este sacerdote diocesano de ADSIS, recoge en la cuenta de facebookde su parroquia una comunicación a sus parroquianos sobre cómo vivir la Semana Santa.
“Me preguntan por la situación de Ecuador en estos momentos. Ecuador es un país que tiene un sistema sanitario muy deficiente. Y en un momento en el que hay crisis económica. En octubre el gobierno quiso quitar el subsidio a los combustibles y se armó una gran revuelta que hizo se revocase el decreto. Es un país endeudado. La precariedad laboral en el sector público y privado es grande. Son millones de personas los que viven al día con trabajos informales, sin ningún tipo de seguro o contraprestación social. En este contexto una pandemia como la que estamos sufriendo nos sobrepasa por todas partes. El gobierno no tiene recursos, la sanidad pública no responde ni a las necesidades habituales, menos a las exigencias sanitarias del momento actual. No es lo mismo vivir una cuarentena en casa, cuando tenemos las necesidades básicas cubiertas, que cuando hemos de salir cada día a buscar la vida y algo para dar de comer a la familia. Y cuando en la casa, en pocos metros cuadrados viven muchas personas, como ocurre en muchos barrios muy populosos de las periferias de las grandes ciudades, especialmente en Guayaquil, se hace difícil mantener la cuarentena. La cuarentena nos afecta a todos, pero no a todos por igual.
Cuando ha comenzado a haber infectados y muertes, enseguida ha colapsado todo. El centro epidemiológico está en Guayaquil, pero se ha extendido por todo el país. Las noticias que corren por las cadenas de televisión son ciertas, pero tratadas con un carácter sensacionalista. Es verdad que ha habido muertos en las calles. Oficialmente son 140 muertos, pero esos son los que mueren en hospitales. Son muchos más los que mueren en las casas y que ni siquiera les han hecho las pruebas del coronavirus. No sabemos cuántos han muerto de coronavirus, pero muchos han muerto de tantas otras enfermedades, que se agudizan en este tiempo porque no reciben la atención adecuada. Las funerarias se han visto desbordadas y como no era ya negocio, se han negado a realizar el servicio fúnebre y ha habido cadáveres que han estado con la familia por varios días. Algunos de ellos, las propias familias los han sacado a las calles reclamando desesperadamente una solución. Es el gobierno quién ha intervenido y el ejército se está encargando del traslado de los fallecidos al cementerio.
Esta realidad lo que hace es sacar a flote lo que había. Y aún no ha pasado lo peor. El propio gobierno estima que solo en Guayaquil se prevé en las próximas semanas entre 3.000 y 4.000 fallecidos. Nos puede escandalizar toda esta situación. Pero no es más que agudizada la situación que cada día vive la gente, cuando no hay recursos y a las personas las tratamos como un recurso más. Cuando la corrupción, la falta de trabajo, la privatización de la salud, el hacinamiento de personas y familias, en pocos metros cuadrados… se viven como normal y damos por bueno la injusticia y el pecado institucionalizado. Cuándo ocurren estas cosas, qué podemos esperar, sino un mayor deterioro y degradación humana. Con esta gran crisis sanitaria y sanitaria-económica quienes más los sufren, una vez más, son los más pobres. Confiemos que todo esto suponga un gran cambio de valores personales, sociales y estructurales y tanto dolor y tanta muerte no sean en vano. Nosotros acá en Ecuador confiamos más en la acción de Dios en cada corazón y en su misericordia que en la capacidad de por nosotros mismo salir de esta.
Unidos en la oración y con el deseo que esta gran crisis no nos lleve a aislarnos unos de otros, sino que sea oportunidad de abrirnos más a Dios y vincularnos más entre nosotros y como amigos y como hermanos”.
OMPRESS