Con estas palabras despedía Monseñor Figaredo a los
trabajadores y voluntarios de OMP en su encuentro anual: “Os deseo que seáis
jirafa”
Monseñor Enrique Figaredo, prefecto de Battambang
(Camboya) fue el invitado especial de las XI Jornadas de Formación para
Empleados y Voluntarios de Obras Misionales Pontificias (OMP), dedicadas a
“Asia y Oceanía”, que se celebraron en Madrid del 17 al 28 de febrero.-.
A
los más de 140 empleados y voluntarios de OMP llegados de todas las diócesis de
España, les dijo que si los misioneros tienen ánimo “es porque sabemos que hay
una retaguardia que nos cuida, nos anima y nos apoya”.
Al
agradecer la invitación para participar en este Encuentro al director de OMP, Anastasio
Gil, monseñor Figaredo deseó a los asistentes “ser jirafas”, un símbolo del
liderazgo y la comunicación que el prefecto de Battambang practica y desea. Lo
explicó diciendo que “la jirafa es el animal terrestre con el corazón más
grande (5 kilos de peso) y una visión de larga distancia que es capaz de hacer
que otros le sigan cuando corre al advertir un peligro”.
Asimismo,
“el obispo de la silla de ruedas” –como se le conoce por su trabajo con los
discapacitados víctimas de las minas antipersona– afirmó que “merece la pena
que la
Iglesia esté
presente en todos los rincones del mundo” y “que si nuestra fe no nos lleva a
ser misioneros no somos cristianos”.
Respecto
al modo de comunicar la fe dijo que no se trata de ninguna “estrategia”, sino
de que “la fe viva hay que mostrarla en la manera de vivir y expresándola con
tranquilidad”. No se busca “la eficacia”, sino “ser fermento” y “cuánto más te
agaches, más eficacia tiene el fermento, porque así crecen las cosas”.
Monseñor
Figaredo usa la primera imagen que vio al llegar a Camboya (la de un único
árbol emergiendo en medio de un arrozal) para explicar la vida solitaria del
sacerdote católico en un país de 15 millones de habitantes, con apenas 30.000
católicos (60 sacerdotes y tres obispos en toda Camboya). Ese árbol es un signo
que le sirve también para decir que cuando llega un misionero, “Dios ya estaba
allí”, y lo que el misionero hace es encontrar “los modos de presencia” de Dios.
El
prefecto destacó la religiosidad del pueblo camboyano y cómo las tradiciones
ancestrales configuran su cultura. La fe católica las respeta y acoge sus
valores, purificando lo que les aleja de Cristo. En este sentido, los procesos
catequéticos son largos (no menos de 3 años), porque hay que aprender a rezar y
vivir como cristianos”.
“Estamos
trabajando para que se establezca la
Iglesia”, comentó el obispo, que sucede en Battambang a un
obispo mártir.
Finalmente, el misionero recordó que si es cierto “el lujo
asiático”, hasta límites difíciles de encontrar incluso en Occidente, también
es cierta “la probreza asiática” y comentó que un criterio de evaluación para
seleccionar a los voluntarios que le ayudan es preguntarles: “¿Cuántos amigos
pobres tienes?”