Kike Figaredo se hizo
misionero para sanar las heridas de los mutilados de guerra en Camboya con el
amor de Jesús. Este misionero, apodado el obispo de las sillas de ruedas,
garantiza cada día con su labor un futuro para las víctimas de las minas
antipersona -muchas minas aún permanecen enterradas en Camboya-.
Con motivo de su viaje a
España para asistir al Encuentro de Empleados y Voluntarios de OMP, y el
Coloquio Jóvenes y Misión en la Universidad San Pablo CEU, monseñor Kike
Figaredo nos ha dado su testimonio sobre su labor en Camboya y su experiencia
como misionero.
¿Cómo despertó
su vocación misionera?
Mi vocación
misionera nació de la propia vocación religiosa, del seguimiento cercano de
Cristo y también de la llamada a salir de la propia tierra y de uno mismo.
Seguir al Señor
donde aún no saben de Él, porque Jesús está escondido entre los pobres y los
que no le conocen; y allí servirle entre sus favoritos.
¿Por qué
decidió dedicar su vida a los mutilados de guerra?
Es un trabajo
que me fue dado como prioridad en los campamentos de refugiados. Yo no lo
buscaba, fui enviado a ellos, y se me concedió ese privilegio.
En los campos,
estas víctimas eran un colectivo abandonado y con todas las necesidades, me
acogieron y me adoptaron como su amigo, y desde entonces ha sido como una
llamada específica para mí.
¿Cree que es
pedir demasiado a los jóvenes de ahora que lo dejen todo para convertirse en
misioneros?
La juventud es
generosa por definición. Los jóvenes son voluntarios siempre, y si no, no
tienen un espíritu joven. Aquellos que viven la fe como importante en su vida
son aún más solidarios. Una fe viva afianza el espíritu misionero siempre.
Aviva la generosidad, las ganas de entregarse…
Yo creo que no
es problema, no es pedirles demasiado, la dificultad es estructurar bien el
deseo, la generosidad para ser misioneros generosos.
¿Qué
diferencias hay entre los jóvenes de Camboya y los españoles en cuanto al
sentimiento misionero?
En lo básico
son iguales, pero las circunstancias sociales, familiares y la educación les
hace ser diferentes.
En Camboya, el
sentimiento misionero o de participación misionera (por ejemplo siendo
catequista) surge con más naturalidad porque hay mucho agradecimiento a la fe.
Se sienten bendecidos por la fe. Somos minoría.
En
España encuentro mucha generosidad y ganas de entrega, pero las circunstancias
y la educación lo dificultan.