jueves, 2 de septiembre de 2021

Conocemos las impresiones de los grupos que regresan del verano misionero en Mozambique y Honduras

 Dos grupos de voluntarios valencianos que realizaron este verano en Honduras y Mozambique labores de apoyo a misioneros, como refuerzo escolar, reconstrucción de un dispensario o formación de profesores y sanitaria en un centro de salud, definen la experiencia vivida como “muy intensa”, “una auténtica revolución” y “una entrega a la providencia”.


Ellos son seis de los 21 jóvenes de la diócesis de Valencia, entre ellos 8 seminaristas, que han tomado parte este verano en la iniciativa “Verano Misión”, organizada por la delegación de Misiones del Arzobispado de Valencia, con labores de ayuda a misioneros en República Dominicana, Perú, Honduras y Mozambique.

Tras regresar de Honduras, “el viaje no ha terminado”

Raúl, Patricia y Raquel vivieron tres semanas “muy intensas”, con una “inmersión absoluta” en la vida y labor de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús y de María en Nuevo San Juan de La Lima, Honduras, indica Raúl Hurtado. Para ellas fue la quinta vez en esta misión y para él, la segunda experiencia misionera después de Calcuta.

Las religiosas “viven entregadas a la misión y con ellas he podido conocer de cerca las preocupaciones y necesidades de una sociedad con recursos limitados y muy castigada por los huracanes e inundaciones: lo perdieron absolutamente todo”, explica.

En Honduras “hemos participado de la vida comunitaria y labores como apoyo escolar en zonas rurales a niños y la limpieza y acondicionamiento de instalaciones devastadas por los huracanes, como el dispensario médico, biblioteca o sala de lectura”, añade.

La experiencia ha sido “muy satisfactoria, por la ayuda prestada, las personas conocidas y los momentos de oración”, concluye Raúl, que admite necesitar más tiempo “para integrar lo sentido y lo vivido” y para quien “el viaje no ha terminado”.



Mozambique, una segunda casa para las voluntarias

Por su parte, un grupo de tres jóvenes valencianas vivió durante 24 días su experiencia de voluntariado misionero en la ciudad de Nacala-Porto, en Mozambique: dos de ellas ayudando a las Hijas de la Caridad en el barrio de Ontupaia y una tercera, a las religiosas de la Obra Misionera de Jesús y María, conocidas como “Pilarinas”.

Mireia García, profesora de Religión en Benetússer, y María Aguar, de Benetússer y estudiante de Magisterio Infantil y Primaria, centraron su labor en “formar a profesores de las escuelas de las Hijas de la Caridad, a las que apoyamos desde España, dedicaron tiempo a la parroquia, a la convivencia y contactaron con un centro de salud al que van a empezar a ayudar, igualmente, desde España”, comentan.

Ontupaia “es ya mi segunda casa, son familia”, expresa Mireia, que viajó por cuarta vez a Mozambique, una experiencia que “es un encuentro con la providencia y con una Iglesia sencilla y humilde. Compartir con las Hijas de la Caridad es una auténtica revolución”.

Para María, que realizó voluntariado misionero por primera vez, la vivencia “me hizo sentir de una manera que no había experimentado antes” y fue “una oportunidad de agradecer, reflexionar, crecer y vivir entregándome a la providencia”.

También fue la primera vez que viajó a Mozambique como voluntaria Sonsoles Sanchis, estudiante de Medicina de Torrent, que ayudó a las “Pilarinas” en Nacala “aprendiendo y enseñando en su centro de salud, principalmente, y en otro centro y en hospital, además de dar de comer a los niños y dedicar tiempo a la parroquia”, explica.

Al vivir este voluntariado “te das cuenta de lo afortunado que eres y de cuánto tienes que agradecer a Dios, y esto te llena enormemente”, destaca Sonsoles, que subraya también que “la providencia ha marcado cada uno de nuestros pasos pues desde el minuto cero”.