viernes, 14 de mayo de 2021

El catequista misionero, no es sólo un sustituto en el campo de la evangelización

Con motivo de la publicación del Motu Proprio “Antiquum ministerium” (=AM) con el que el Papa Francisco establece el ministerio de los catequistas, la Agencia Fides ha pedido al Prof. D. Luciano Meddi, Ordinario de Catequesis Misionera en la Pontificia Universidad Urbaniana, que esboce la figura del catequista profundizando especialmente en su servicio eclesial en los territorios de misión.

“El Motu Proprio ‘Antiquum ministerium’ reconoce la dignidad e importancia de esta figura para la misión de la Iglesia. Pero también reconoce la figura específica del catequista-misionero. Este reconocimiento es un momento importante en el camino misionero, porque convierte al catequista en un verdadero agente misionero y no sólo en un sustituto.

Al 31 de diciembre de 2019, el número de catequistas ascendía a 3.074.034 (Anuario Estadístico de la Iglesia). Se trata de una señal muy positiva para la misión, porque concluye un largo camino. La Maximum illud (1919) de Benedicto XV, que ya había reconocido el importante papel de las religiosas, sin embargo consideraba que «el misionero que se precie de diligente en el cumplimiento de su deber no deja completamente en manos de catequistas la explicación de la doctrina, que considera como una de sus principales ocupaciones». Habrá que esperar a la Ad gentes para reconocerles como verdaderos constructores de la Iglesia. De hecho el Decreto misionero dice «digna de alabanza es también esa legión tan benemérita, de la obra de las misiones entre los gentiles..., que llenos de espíritu apostólico, prestan con grandes sacrificios una ayuda singular y enteramente necesaria para la propagación de la fe y de la Iglesia» (AG 17).

Muchas intervenciones eclesiales recientes habían reclamado este reconocimiento en las últimas décadas. La última, pedía «nuevos caminos para el ministerio eclesial» realizada por la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica (6-27 de octubre de 2019). Y esto, no sólo por la crisis numérica de los sacerdotes, sino como manifestación del principio bautismal que funda la corresponsabilidad de todos los creyentes en la tarea del anuncio y la edificación de la Iglesia. Así lo enseña, de hecho, la Lumen Gentium en el n. 35 (cf. también AA 2). Por otro lado, el Papa Francisco ha afirmado en varias ocasiones que «cada uno de nosotros es una misión en el mundo».
Este reconocimiento de la estabilidad de las figuras laicas en las distintas comunidades es un fortalecimiento misionero de las comunidades mismas. El Papa hace del catequista un agente. De hecho, reconoce que ya lo es; la misión la llevan a cabo los catequistas: «Toda la historia de la evangelización de estos dos milenios muestra con gran evidencia lo eficaz que ha sido la misión de los catequistas» (AM, n. 3).

El documento, de hecho, es muy consciente de las dimensiones misioneras del catequista.

Los catequistas de las misiones son mujeres y hombres apreciados por su testimonio en la comunidad. A menudo se les reconoce como verdaderos líderes y animadores de la comunidad. «Los Padres conciliares subrayaron repetidamente cuán necesaria es la implicación directa de los fieles laicos, según las diversas formas en que puede expresarse su carisma, para la “plantatio Ecclesiae” y el desarrollo de la comunidad cristiana» (AM, n. 4). Y también: «en nuestros días, muchos catequistas capaces y constantes están al frente de comunidades en diversas regiones y desempeñan una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe» (AM, n. 3). De hecho, de las periferias de la Iglesia procede el modelo de pequeñas comunidades misioneras insertadas en la vida cotidiana. En ellas «el Catequista es al mismo tiempo testigo de la fe, maestro y mistagogo, acompañante y pedagogo que enseña en nombre de la Iglesia» (AM, n. 6).

El documento confía a los catequistas tanto la tarea de evangelización y primer anuncio, como la de acompañar la respuesta de fe, así como la de dar testimonio para lograr la transformación de la sociedad mediante la “penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico” (EG, n.102). En muchos contextos misioneros, en las aldeas y en las enormes y marginadas periferias de las grandes capitales de los distintos hemisferios sur del mundo, los catequistas como animadores comunitarios hacen labores de humanización, acción social, sanación, evangelización, formación de cristianos, dirigen la oración y presiden bautizos, matrimonios y acompañan a los que sufren en sus comunidades.

Los catequistas misioneros suelen ofrecer su testimonio en contextos de minorías cristianas. Por ello, experimentan de primera mano la necesidad de adaptación, el diálogo interreligioso, la defensa pública o el testimonio silencioso del Evangelio. Pueden hacerlo porque se confían al Espíritu que los ha generado para la misión; de hecho «el Espíritu llama también hoy a hombres y mujeres para que salgan al encuentro de todos los que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad de la fe cristiana» (AM, n. 5).

Pero el Papa sabe que los catequistas misioneros son, con demasiada frecuencia, mártires en un siglo de mártires: «la larga lista de beatos, santos y mártires catequistas… constituye una fuente fecunda no sólo para la catequesis, sino para toda la historia de la espiritualidad cristiana» (AM, n. 3). Hace apenas unos días, el 23 de abril, celebramos la beatificación de los mártires de Quiché: 3 sacerdotes misioneros y 7 laicos, ‘fieles testigos de Dios’. Pero la lista es trágicamente larga.

La tarea de evangelización se refuerza ahora con este reconocimiento del catequista como ministerio instituido (estable) en las comunidades. En la dificultad en la que se encuentra el ministerio ordenado de los sacerdotes, la figura del catequista podrá así representar una estabilidad misionera en el variar de las diferentes situaciones”.


Agencia Fides