Ellos han contactado varias veces con los indígenas Mascho-Piro (aislados voluntariamente o que no quieren contacto), que son nómades y suelen aparecer por aquí en este mes de enero. Su lengua es parecida y algo se entienden. Incluso tienen flechas que alguna vez lanzaron. Fuimos en un lugar donde acampan y encontramos pedazos de ollas de barro. Las empresas madereras están acosándolos y disminuyendo su territorio vital: es otra lucha para que los gobiernos reconozcan y defiendan el territorio de ellos.
En el aspecto exterior o superficial, la subida por el río en bote (motor pequeño) nos llevó dos días. Vimos muchos animales en los bordes: capibaras, monos, tapires, pájaros… Nos llovió un poco, pero nos secamos con el sol y el viento. Llegamos cansados, pero llegamos contentos y nos recibieron con los brazos y el corazón abiertos, y con una buena y abundante comida. Aquí no hay escasez de pescado, todos los días y de todos los tamaños (incluso más de 30 kilos), y también caza (mono, guajolote, lagarto grande…), además de otros alimentos como el tapuru (gusanos gordos) o el mascato (bebida mandioca fermentada). Celebramos la Navidad con ellos, haciendo un teatro con niños y adultos y profundizando el sentido de ella. Es la primera vez que celebran así. Luego compartiendo comida entre todas las familias. ¡Precioso!
La vuelta en el bote fue ‘mojada’, lloviendo todo el día. Con la fuerte corriente por la lluvia que hizo crecer el río, podíamos haber llegado en poco más de 6 horas, pero el motor se estropeó totalmente y nos quedamos a la deriva, sin remo, solo con un palo y remando con 4 platos que llevábamos (‘plateado’). Por la divina providencia, una hora después llegamos a un puesto de vigilancia donde una familia de la comunidad había salido el día anterior y se había detenido allí. Atamos nuestra canoa a la de ellos y terminamos de llegar, después de 10 horas de viaje, ya anocheciendo… si no fuera por ellos todavía estaríamos ‘plateando’… Un abrazo grande y nuevo, como el año que comienza”.