jueves, 21 de enero de 2021

Donde esté la Iglesia que ningún niño se sienta marginado

En la Misa de Infancia Misionera, transmitida online este domingo desde la Delegación de Misiones de Madrid, el director nacional de Obras Misionales Pontificias, José María Calderón, valora la labor de esta Obra Pontificia en el mundo.

“Hoy en el siglo XXI, la Iglesia y Dios”, decía en su homilía, “sigue necesitando de muchos Andréses que acerquen a muchos a Jesús, porque hay mucha gente que vive sin saber que Dios les ama y sin saber que Dios ha venido a salvarles, a redimirles, a darles el amor que Dios tenía reservado para cada uno de nosotros; y a mí me gusta ver como Jesús, al ver que se acerca a Simón Pedro le reconoce enseguida y le dice tú serás Cefas. Y eso le pasa a Dios con cada uno de nosotros, cada uno de nosotros somos únicos e insustituibles para Dios, y para Él, cada uno de nosotros somos importantes, nos conoce por nuestro nombre, nos conoce con nuestras circunstancias concretas, con nuestros dolores, con nuestras alegrías, con nuestros proyectos de vida, con nuestras ilusiones y Él sabe y cuenta con nosotros.

Lo bonito de Pedro es que luego le sigue. A nosotros, el Señor también nos ha llamado: ¿Estamos dispuestos a seguirle, estamos dispuesto nosotros a seguir al Señor? Queridos jóvenes que me veis, aquí hay unos cuantos en esta sala de la Delegación de Misiones, pero por YouTube seguramente haya más gente joven, ¿hay alguno que esté dispuesto a decir como hemos dicho en el Salmo ‘Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad’? ¿Estamos dispuestos a escuchar la voz del Señor y decirle ‘Aquí estoy’ para lo que tú quieras, como tú quieras cuando tú quieras y porque tú quieres; más… y mientras tú quieras, siempre? ¿Estamos dispuestos a dejarnos tocar por Dios y dejar las cosas en sus manos o queremos reservarnos nuestro espacio para nosotros mismos no vaya a ser que alguien me moleste?

Pues queridos amigos, Infancia Misionera es el día en el que nosotros nos damos cuenta cómo el Señor quiere llegar al corazón de todos los niños y niñas del mundo. En muchos territorios que dependen de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, los que llamamos nosotros territorios de misión, ahí la Iglesia está haciendo un esfuerzo enorme para qué muchos niños y niñas, jóvenes, adolescentes, puedan conocer a Cristo, puedan encontrarse con Él, y pueden seguirle. Y luego puedan ser en el futuro las vocaciones matrimoniales, sacerdotales, y religiosas que van a evangelizar sus territorios, sus naciones, sus pueblos, sus culturas; y por eso, hoy la Iglesia quiere que nos demos cuenta que tenemos que ser conscientes que la Iglesia quiere llegar a todos los hombres y mujeres, quiere llegar hasta los últimos rincones de la tierra, y así que Cristo sea conocido y amado, pero para eso necesita misioneros, y para eso necesita también de la oración de todos los que estamos aquí, en esta sala donde tenemos la celebración de la Eucaristía, como también de los que estáis escuchando y viendo esta Santa Misa, celebrando está Santa Misa a través de YouTube. Necesita de vuestra oración necesita que le apoyemos, que apoyemos con nuestra oración y nuestro sacrificio ese esfuerzo enorme que la Iglesia está haciendo para que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad.

Seguro que los que ya me conocéis ya me habéis oído hablar de esa frase que le dijo Jesús a la Madre Teresa. La Madre Teresa estaba viviendo en Calcuta, era religiosa irlandesa de la Bienaventurada Virgen María y estaba allí con niñas, entregada, consagrada a Cristo; y el Señor viene o su corazón y le muestra la imagen de multitud de niños harapientos y pobres que hay por Calcuta y que viven en las cuevas de las montañas y le dice: ‘todos estos niños y niñas no me aman, ¿sabes por qué?, porque no me conocen y no me pueden amar, si no me conocen, cómo me van amar; Ve tú y sé mi luz’. Y la Iglesia sigue siendo la luz para tantos niños y niños que necesitan de Cristo, que no le conocen, a los que Dios si les conoce les llama; les conoce por su nombre y sabe su situación.

Daremos un paso más y os diré, en esos territorios de misión muchas veces los niños y niñas que los misioneros se encuentran son niños y niñas que no tienen el afecto y los medios que a nosotros nos parecen tan normales, y por lo tanto, esos misioneros y misioneras se convierten para ellos en su única familia, la familia que es capaz de acogerles y no mirar sus deficiencias, sus limitaciones físicas, psíquicas, mentales, afectivas… sino que les acogen con amor y les tratan de demostrar que su vida tiene que ser cuidada, que son dignos de ser amados, de que son dignos de crecer y de irse haciendo cada vez más responsables de su propia vida. Y esos misioneros y misioneras están haciendo que esos niños y niños pueden tener medios para su formación intelectual, aprendan a leer y a escribir, a sumar y a restar, que vayan creciendo también como personas. Y muchos de esos misioneros y misioneras les están dando los medios para que esos niños no pierden la salud por enfermedades que son complicadas en esos países (y a lo mejor en este país nuestro es una cosa muy habitual), los misioneros y misioneras, la Iglesia como tal, está en aquellos territorios haciendo una labor preciosa, haciendo que los niños y las niñas, los jóvenes, los adolescentes, y también por qué no las mamás, las madres que o bien están embarazadas y pueden perder la vida en el parto, o las madres que acaban de serlo, puedan cuidar a los niños con cierta dignidad y cierta seguridad para que esos niños no se pierdan.

La Iglesia está ahí y sale al paso de esas necesidades y eso es lo que hoy recordamos en la jornada de Infancia Misionera. Como veis en el cartel, ‘Con Jesús a Nazaret somos familia’, la Iglesia es familia, es una familia formada por todos los hijos de Dios, por todos los que hemos sido bautizados en Cristo, por todos los que hemos recibido el don de la fe. Somos todos hermanos, mi familia no se limita a los que el Señor me ha regalado por la sangre sino también a todos los hombres y mujeres que comparten conmigo la vida, la fe, las dificultades para seguir avanzando como cristianos, y que están repartidos por todo el mundo; están viviendo su fe en las situaciones más diversas en Europa, en Asia, en América, en Oceanía, en todas las partes del mundo. 

Somos familia, tenemos un Padre común que se llama Dios nuestro Señor, y un hermano mayor q
ue cuida de cada uno de nosotros que se llama Jesucristo. Tenemos una Madre que es la Virgen Santísima, que es la Madre de Dios, que nos regaló a cada uno nosotros. Por tanto, ‘Con Jesús a Nazaret somos familia’. Como Jesús quiso nacer en una familia, hizo que cada uno de nosotros formáramos parte de su familia. Y sentirnos familia quiere decir, queridos amigos, sentirnos responsables unos de otros, que no me sea indiferente mi hermano. En esto el Papa Francisco insiste muchísimo, la globalización de la indiferencia. No se puede repetir esa frase terrible que aparece en el libro del Génesis cuando Caín mata a su hermano y Dios le pregunta ‘¿Dónde está tu hermano?’ y él le responde ‘Soy yo acaso el guardián de mi hermano’. Sí lo eres, eres el guardián de tu hermano, somos todos guardianes unos de otros, todos nos tenemos que ayudar, todos nos tenemos que defender, todos tenemos que salir al paso de las personas que tengo al lado para hacer las mejores personas, y ayudarles a que crezcan, y eso es lo que es la Iglesia con nosotros y lo que cada uno debe sentir. La responsabilidad de toda la Iglesia, el peso de la Iglesia, no está solamente en manos del Papa Francisco, al que las Obras Misionales Pontificias que celebra esta Jornada tratan de ayudar, la responsabilidad no es del Papa, ni es del obispo, ni de los curas y las monjas, ni de los hombres y mujeres que colaboran en las parroquias en la pastoral, es de todo bautizado. Yo me siento responsable de los demás y yo puedo hacer algo, siempre puedo hacer algo para ayudar a los demás y que los que viven mi fe se sientan también amados y se sientan bien acogidos en la Iglesia.

La jornada de la Infancia Misionera ayuda a más de cuatro millones de niños en todo el mundo; les ayuda con cosas muy prácticas, de enseñanza, de catequesis, de hospitales, de salud, de hospedaje… hay muchos niños que están abandonados. No olvidemos que esa Obra Pontificia es también de todos los cristianos, porque es la obra de la iglesia, la obra de la iglesia que está colaborando para que ningún niño, allí dónde está la Iglesia, se sienta marginado, se sienta en situación de impotencia.

Vamos a pedirle a la Virgen Santísima, que es nuestra Madre en esta gran familia de los hijos de Dios, que nos abra el corazón, que nos dé un corazón católico, universal, grande, en el que quepan todos, y en el que, como en el corazón de María, podamos llenar de paz y de alegría a quienes están con nosotros”.