(PARAULA) A Joaquín Simó le gustan las personas, quizá por eso estudió Sociología, Educación y Trabajo Social. Conoce muy bien a la personas y desde muchos ámbitos, pues ha trabajado con menores acogidos, con niños huérfanos, con jóvenes desempleados de barrios marginales, con personas sin hogar, con inmigrantes, con personas con problemas de adicciones… Pero es su vocación misionera lo que le ha llevado a él y a su familia a Honduras o a Bolivia. Ahora llevan ya 4 años como misioneros en Alemania, evangelizando con su testimonio, día a día, en un país donde la sociedad se seculariza a un ritmo vertiginoso.
La vocación misionera, como los seres vivos, nace, crece y también se reproduce. Así al menos le ha ocurrido a Joaquín Simó, un valenciano que lleva impreso en su ADN la misión ad gentes.
Criado en un entorno comunitario y cristiano, Joaquín tuvo siempre presente el testimonio de vida y entrega de sus padres. En su adolescencia perteneció a un grupo Scout y pese a su timidez logró formar un grupo de jóvenes en la parroquia Santiago Apóstol del barrio de Marxalenes, que posteriormente se unió a un movimiento juvenil diocesano.
Joaquín siempre se sintió llamado a trabajar directamente con personas y por ello compaginó el trabajo con los estudios de Educación Social, Trabajo Social, Sociología y profesor de secundaria.
Su experiencia profesional ha sido para él enriquecedora y llena de vivencias. Y no es para menos, ya que ha trabajado con menores en viviendas, residencias y centros de protección y reeducación, tanto públicos como privados, con jóvenes desempleados de barrios marginales, con personas inmigrantes en la asociación La Casa Grande, con toxicómanos coordinando dos viviendas tuteladas de Proyecto Hombre, con personas sin hogar y conductas adictivas en programas de Cáritas Diocesana y con niños y adolescentes huérfanos en el Colegio Imperial Niños Huérfanos S. Vicente Ferrer.
A estos trabajos se unen también algunas labores de voluntario y experiencias misioneras y de cooperación internacional con los Misioneros Seglares Vicencianos en Honduras, Bolivia y en Alemania, donde Joaquín se encuentra actualmente con su mujer María y sus tres hijos Esther de 13 años, Javier de 11 y Rubén de 9.
“No estábamos vinculados con ningún grupo misionero, pero a través de un compañero de Caritas, donde trabajaba en ese momento, tuvimos la oportunidad de llevar a cabo una experiencia de misión en Honduras. Allí colaboramos con los PP. Paúles, las Hijas de la Caridad y las Hermanas de la Caridad en la realización de un estudio de la realidad en la Moskitia Hondureña. Ese fue nuestro primer encuentro con la Familia Vicenciana”, explica Joaquín.
¿Cómo se forma una familia misionera?
Joaquín confiesa que siempre ha sentido una profunda atracción hacia la Misión ad Gentes, pero fue cuando conoció a María cuando esa inquietud se convirtió en una llamada común.
Al regresar de Honduras, María estaba embarazada de su primera hija Esther y después vinieron Javier y Rubén. “Estábamos en plena crianza y la misión en aquel momento se centraba en nuestra pequeña familia”, apunta Joaquín, que por aquellos años trabajaba en el Colegio Imperial de Niños Huérfanos san Vicente Ferrer. “Para nosotros ese trabajo combinaba vida y misión, porque la tipología del centro requería que toda la familia viviera allí, compartiendo nuestra vida con la de aquellos niños. Fueron unos años muy hermosos de vida compartida -recuerda- Para nuestros hijos también fue una experiencia muy especial, que nos hizo muy felices”.
Al poco tiempo de nacer Rubén, volvió a resurgir en Joaquín la llamada de la misión. Estuvieron explorando ONGs de Desarrollo y asociaciones misioneras, pero fue justamente en una jornada del DOMUND cuando todo empezó a cobrar forma.
“En unas jornadas en el Colegio Imperial, asistimos a al testimonio de un misionero, José Vicente, que conocimos en San Pedro Sula, en Honduras. Hablando con él supimos que los Misioneros Seglares Vicencianos se habían consolidado como asociación de laicos misioneros comprometidos con la misión, según el carisma de San Vicente de Paúl. Nos invitaron al proceso de formación y allí nos fuimos”, explica Joaquín.
Al contrario que en otras asociaciones y ONGDs, que veían como un obstáculo la realidad de una familia con niños pequeños, los MISEVI los apoyaron desde el primer momento.
En 2012 la familia al completo tuvo su primera experiencia misionera en Bolivia y Joaquín supo que “nuestro camino estaba allí”. Sin embargo María no lo veía igual, pues a ella “le preocupaba mucho la seguridad de nuestros hijos”.
En ese dilema estaban cuando comenzaron a llegar la ofertas de empleo para enfermeras desde Alemania y María, que se encontraba en el paro, empezó a explorar esa posibilidad. “Nos sonaba un poco incongruente pensar en ir de Misión a un país rico, en Europa. No era lo que nosotros nos habíamos imaginado, pero los caminos del Señor no son siempre nuestros caminos”, opina Joaquín, que en este proceso de discernimiento contaron con muchas personas que les ayudaron a poner luz. “Nos hablaron de las ‘pobrezas’ que sufre Alemania, igual que otros países de la vieja Europa, que no son pobrezas materiales, pero son mucho más profundas y dolorosas. Y esto nos decidió”.
Cuatro años en Alemania
En Alemania llevan ya 4 años, viviendo en Frechen, cerca de la ciudad de Colonia. Allí han creado el Centro de Espiritualidad San Francisco, para ofrecer apoyo y promoción integral a personas de lengua española. “La idea es poder acercarnos a la gente y atender sus necesidades explícitas, implícitas y en muchos casos algunas que ellos mismos no reconocen”.
Organizan clases de alemán , clases de apoyo para nuevos inmigrantes, cursos crecimiento personal y de profundización cristiana, formación para familias y nuevos inmigrantes, retiros cuaresma y adviento y también actividades culturales, fiestas y conciertos.
A la familia le costó adaptarse a Alemania. María durante los primeros años trabajó en una residencia de personas mayores y después en los quirófanos del Hospital de Frechen. Ella trabajaba a jornada completa y a turnos, por lo que Joaquín estaba más dedicado a la casa, a los niños y a la misión. “Yo compaginé mis tareas de amo de casa -dice entre risas- con la puesta en marcha y animación de las actividades pastorales, como la creación del Centro San Francisco, el grupo de Jesús y dar a conocer MISEVI en Alemania”.
La familia todavía sigue adaptándose, a los días más cortos en otoño e invierno, a la falta de luz, a la lluvia y el frío, pero también, nos explica Joaquín, a los juegos con la nieve, “que los niños disfrutan mucho y al tiempo de ocio con los vecinos, en un ambiente muy bonito”.
Desde septiembre Joaquín trabaja como responsable del “Departamento de Formación – Referat Bildung”, de la Misión de Lengua Española en Alemania lo que ha modificado un poco la organización familiar. “La sede del Departamento está situada en Bonn y para llegar necesito dos horas en transporte público”, añade.
Además Joaquín también se encarga de elaborar un boletín informativo, titulado “Carta a los padres”, que trata de informar, orientar y promover la participación social y política del colectivo de los migrantes de lengua española en Alemania.Su misión ahora es potenciar el trabajo colaborativo entre asociaciones y entidades que trabajen con hispanohablantes y su ámbito de actuación serán las 34 misiones católicas de lengua española que existen en Alemania. “Los nuevos inmigrantes, las familias, los voluntarios y los sacerdotes, especialmente los recién llegados, serán el foco de atención de los proyectos y actividades que promueva el Departamento”, explica Joaquín para quien es muy importante también “reforzar el marketing interno y externo, definiendo nuestra imagen corporativa y comunicando nuestro nuevo proyecto”.
Evangelización desde abajo y desde fuera
Por su experiencia de cuatro años viviendo en Alemania y como sociólogo, Joaquín considera que Alemania es un país difícil para hablar de evangelización.
La sociedad alemana vive en un proceso de secularización avanzado, que afecta, de manera constatable a la población. Aunque la presencia del cristianismo, tanto católicos como protestantes, sigue muy presente en la vida pública y social alemana”, explica el valenciano, para quien la evangelización debe comenzar “desde abajo”, ya que “las estructuras eclesiales tradicionales, normalmente, son rígidas y se encuentran en un proceso creciente de profesionalización o funcionarización de su acción pastoral, es decir, en las parroquias alemanas muchos servicios prestados a la comunidad (director coro, catequista, referente pastoral, secretaria…) son remunerados o profesionalizados”.
Para el sociólogo, la renovación de la Iglesia Alemana vendrá “desde fuera y como en tiempos de Jesús, los extranjeros-inmigrantes (laicos y sacerdotes), impulsados por el Espíritu, jugarán un papel primordial en promover ese cambio estructural que pasa por alentar con entusiasmo y apertura la Nueva Evangelización, un término, por cierto, no muy popular en Alemania”.