El pasado jueves, 11 de octubre, la periodista Cristina López Schlichting pronunciaba el Pregón del Domund en la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, de Valladolid.
El acto fue presidido por el obispo auxiliar, Mons. Luis Javier Argüello García, y se abrió con una breve intervención del subdirector nacional de las Obras Misionales Pontificias, José María Calderón. Tras explicar que es en esencia el Domund y hablar sobre la labor de los misioneros, introdujo el pregón.
Cristina López Schlichting comenzó su pregón recordando a Anastasio Gil: “El Director Nacional de las OMP, que acaba de morir, tuvo mil funciones organizativas, pero hizo dos cosas excepcionalmente. La primera, venerar con un respeto absoluto cada céntimo que entraba para las misiones, ahorrando hasta la extenuación. Y, segunda, darnos sin tregua la lata a los periodistas para hacer visibles a los misioneros en los medios”.
Es desde su experiencia como periodista desde la que habló de los misioneros: “En la guerra civil de Albania conocí a la franciscana Caterina; en Argel, a las agustinas misioneras; en Calcuta, a las misioneras de la Caridad… Da igual la gravedad del suceso o las extremas condiciones de vida: donde ya no queda un organismo internacional, cuando han huido hasta las ONGs, siempre hay un misionero”.
Recordó en especial a un amigo, el misionero burgalés Ignacio García Alonso, hermano de la Salle, al que conoció cuando estaba en Niamey, Níger, que moriría asesinado a machetazos en Burkina Faso. Cuando le preguntó una vez el porqué no regresaba a casa, él le respondió: “Sigo una llamada —me contestó—, no una idea ni un código moral. Cristo es una persona viva y mantengo una relación con Él. Es mi respuesta personal a una llamada personal. Y no la cambiaría por nada”.
También mencionó a otra amiga suya, la religiosa mallorquina, Victoria Braquehais, de la congregación Pureza de María. Desde el Congo, “a menudo me manda pequeñas biografías o fotos: niños que se debaten entre la vida y la muerte tras un parto prematuro, críos que vuelven de las minas de oro”. Mencionó también a las hermanas agustinas misioneras, Caridad Álvarez y Esther Paniagua, asesinadas en Argelia, que serán beatificadas el próximo 8 de diciembre, junto a otros 17 religiosos, entre ellos los monjes trapenses franceses de Tibhirine.
Y concluía el pregón: “Queridos amigos, celebremos el Domund y promovámoslo con esta conciencia. Los misioneros no son gente ingenua, pobres palurdos de épocas pasadas. Tampoco son filántropos, u hombres y mujeres que luchan simplemente por la justicia universal (cosa que también hacen). No, el suyo es un testimonio revolucionario de la verdad profunda que es la de todos. Son seres humanos que van hasta el fondo de sí mismos y regresan con una mirada enamorada que les hace reconocer, con una profundidad abismal, la dignidad de los otros. Entregan todo porque reciben todo. Existen para restablecer la estatura del ser humano. También la nuestra. El Domund cambia el mundo, yo lo he visto. Que nos cambie en 2018 a nosotros”.
El acto incluyó un concierto ofrecido por la organista Pilar Cabrera Galán.