Discurso del Papa Francisco a
los Directores Nacionales de OMP durante la Asamblea General de Obras
Misionales Pontificias.
“Señor Cardenal, venerados hermanos en el Episcopado y en el
Sacerdocio, queridos hermanos y hermanas, doy mi bienvenida a los Directores
Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, a los colaboradores de la
Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Doy las gracias al Cardenal
Fernando Filoni y a todos vosotros, que trabajáis al servicio de la misión de
la iglesia para llevar el Evangelio a las gentes en cada rincón de la Tierra.
Evangelizar en este tiempo de grandes transformaciones sociales requiere una
Iglesia misionera, toda en salida, capaz de discernir y confrontarse con las
diversas culturas y visiones del hombre. En un mundo en transformación hace
falta una Iglesia renovada y transformada de la contemplación y el contacto
personal con Cristo por la potencia del Espíritu. Es este espíritu de Cristo la
fuente de la renovación, que nos hace encontrar nuevos caminos, nuevos métodos
creativos, varias formas de expresión para la evangelización del mundo actual.
El nos da fuerza para emprender el camino misionero y la alegría del anuncio
para que la luz de Cristo ilumine a todos los que todavía no lo conocen o lo
han rechazado. Por eso nos piden el valor de «llegar a todas las periferias que
necesitan la luz del Evangelio» (Evangelii gaudium, 21). No nos pueden detener
ni nuestras debilidades, ni nuestros pecados, ni tantos impedimentos puestos al
testimonio y a la proclamación del Evangelio. La experiencia del encuentro con
el Señor es la que nos impulsa y nos da la alegría de anunciarle a todas las
gentes.
La Iglesia, 'misionera por su naturaleza, tiene como
prerrogativa fundamental el servicio de la caridad a todos. La fraternidad y la
solidaridad universal son connaturales a su vida y a su misión en el mundo y
por el mundo.
La evangelización, que debe llegar a todos, sin embargo está
llamada a iniciar por los últimos, los pobres, los que tienen la espalda
doblada por el peso de la fatiga y de la vida. Al hacerlo así la Iglesia
prolonga la misión del mismo Cristo, el cual ha «venido para que tengamos vida
y la tengamos en abundancia» (Jn 10,10). La Iglesia es el pueblo de las
bienaventuranzas, la casa de los pobres, de los afligidos, de los excluidos y
perseguidos, de los que tienen hambre y sed de justicia. A vosotros se os pide
que actuéis para que las comunidades eclesiales ''acojan con amor preferente a
los pobres, dejando abiertas las puertas de la Iglesia para que todos entren y
encuentren refugio.
Las Obras Misionales Pontificias son el instrumento
privilegiado que llama a la “missio ad gentes”. Por ello me dirijo a vosotros
como animadores y formadores de la conciencia misionera de las iglesias
locales: con paciente perseverancia, promoved la corresponsabilidad misionera.
Hacen mucha falta sacerdotes, consagrados y laicos que aferrados por el amor de
Cristo, estén marcados con el fuego de la pasión por el Reino de Dios y
disponibles a encaminarse por la senda de la evangelización.
Os doy las gracias por vuestro
valioso servicio, dedicado a la difusión del Reino de Dios, a hacer llegar el
amor y la luz de Cristo a todos los rincones de la Tierra. María, la Madre del
Evangelio vivo, os acompañe siempre en este vuestro camino de apoyo a la
evangelización.
Os acompañe también mi bendición para ustedes y vuestros
colaboradores. Gracias”.
Papa Francisco, 9 de mayo de 2014