La misionera Clementina Maria Gimenez A.C.I., nos escribe y nos cuenta sus vivencias y recuerdos que tienes cuando llegan estas fechas cerca del Domund.
Al acercarse el Domund, y mas aún en este
Año de la Fe, los misioneros nos sentimos llenos de gratitud hacia las
personas de todo el mundo que nos ayudan con sus oraciones y limosnas.
Esta semana preparatoria me
trae recuerdos de mi infancia, con que entusiasmo vivíamos lo que se llamaba
"Domingo Mundial de la Propagación de la Fe" llenándolo todo con
aquellas huchas simbólicas con caras de chinos o negritos, Han pasado muchos años,
pero no lo puedo olvidar y además aquello fue el germen de mi vocación
misionera. En nuestro ambiente, hablo de la Valencia de los cuarenta, las
Misiones eran muy importantes y tanto en la diócesis como en el colegio y la
familia se nos motivaba y se nos hacia participar de mil maneras, lecturas de
revistas misionales con aventuras y heroísmos que nos enardecían, concursos, Feria
Misional, colectas y sobre todo, oración y sacrificio. Resonaba con fuerza en
nuestro corazón el deseo de Jesús:"Id e incendiad el mundo". De adolescente
me había impactado la frase de un joven jesuita húngaro: “Quiero que mi vida
sea un grande y continuo si a Dios" y me parecía que el mejor modo de
realizarlo era ser misionera.
Pasaron los años y al
final aquel sueño se hizo realidad. Desde 1970 estuve en Filipinas encargada de
un pequeño grupo de Hermanas en formación. Nos impresionaba la fe de aquel
pueblo y su alegría y había muchas ocasiones de ayudar a gente tan necesitada. No
descuidábamos, por supuesto, la ayuda espiritual y nos lleno de gozo ocuparnos
del bautismo de diez niños que no lo habían recibido porque, por diversas
causas, sus familias no se atrevían a acercarse a la parroquia.
Mas tarde pase a Japón, en
donde llevo ya cuarenta años. La mayor parte del tiempo lo he pasado como profesora
de Lengua y Literatura española en nuestra Universidad Seisen (Esclavas del
Sagrado Corazón) de Tokio. Desde el principio desee quedara bien claro que esta
ocupación no era para mi, ni mucho menos, el motivo mas importante para estar aquí
y que la verdadera razón era ser misionera, por eso, sin descuidar lo referente
a las clases, procuraba que fueran una especie de trampolín para la evangelización.
Algo con lo que no estoy de acuerdo es que se piense que no hace falta
enviar misioneros a Japón porque no es un país pobre, pero hay mayor pobreza
que la de no haber conocido a Jesús!? Es cierto que Japón, a pesar de la crisis
económica actual no es un país pobre, pero se necesitan mas fondos y además
ahora existe el gran problema de las victimas del desastre de Fukushima ,que
perdieron todo en el mega terremoto y tsunami y algunos siguen en una zona
peligrosa por la cercanías de la radiación nuclear. Todo apoyo será bien
recibido.
Los misioneros contamos siempre con vuestra ayuda y os agradecemos
de corazón vuestra limosna y, sobre todo, vuestra oración para que nuestro
anuncio del Evangelio de mucho fruto. Para ello hemos sido enviados.
Gracias a todos y os estoy muy unida.