El 13 de marzo a
las 8 de la tarde, Francisco se calzó las sandalias del Pescador; un calzado
que no tiene nada que ver con las cómodas alpargatas de andar por casa, sino
con el austero calzado que los misioneros se ponen para andar los caminos del
mundo, llevando el Evangelio a todos los rincones. La comodidad, el vivir
instalados en nuestro pequeño mundo, es algo que el Papa detesta. Nada de
“andar por casa”, hay que salir, vencer el miedo del tipo que sea, ir al
encuentro del hermano:
“Frente a la tentación de las comunidades de cerrarse en sí
mismas —es una tentación muy frecuente— preocupadas por sus propios problemas,
la missio ad gentes testimonia proféticamente que la vida de la
Iglesia y de las
Iglesias es misión, y es misión universal”.
“Yo quería ser misionero. Lo que
me ha dado tanta fuerza para ser jesuita es la misioneridad: salir, ir a las
misiones para anunciar a Jesucristo, salir
siempre, y no permanecer un tanto encerrados en nuestras estructuras,
muchas veces perecederas”.
Pero el amor a la misión que
sentía el joven sacerdote no ha abandonado al Papa, y ha hecho notar su
admiración por los misioneros en más de una ocasión. En una de sus homilías en
Santa Marta recordaba como ejemplo de fidelidad a “tantos hombres y mujeres
que han dejado su tierra para ir como misioneros para toda la vida”.
Además, ante tantos hermanos
nuestros que no conocen a Jesucristo, el Papa no deja de exhortar a toda la
Iglesia para que
sea generosa con las vocaciones misioneras. Lo decía recientemente en su
audiencia a los directores nacionales de OMP:
No os canséis de educar a cada
cristiano, desde la infancia, en un espíritu verdaderamente universal y
misionero, y de sensibilizar a toda la comunidad para que sostenga y ayude a
las misiones según las necesidades de cada una. Haced que las Obras Misionales
Pontificias, en la línea de su tradición secular, sigan animando y formando a
las Iglesias, abriéndolas a una dimensión amplia de la misión evangelizadora.
Y en su primer mensaje para la
Jornada Misionera mundial
decía que…
El propio compromiso apostólico
no está completo si no contiene el propósito de “dar testimonio de Cristo ante
las naciones”, ante todos los pueblos.
En este sentido, el Papa
Francisco introduce en este mensaje una idea preciosa que hacemos nuestra desde
aquí, como una invitación a cada uno y a toda la
Iglesia: la necesidad de “donar misioneros”:
Vivir en este aliento universal,
respondiendo al mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos de todas las
naciones» (Mt. 28, 19) es una riqueza para cada una de las iglesias
particulares, para cada comunidad, y donar misioneros y misioneras nunca es una
pérdida sino una ganancia.