viernes, 22 de marzo de 2013

San José, ejemplo del misionero

Podemos identificar a los misioneros con la figura de San José, tal y como la ha presentado el Papa Francisco: el custodio de Jesús, de María y de los demás, especialmente los más débiles, “los más frágiles, los que se quedan en la periferia de nuestro corazón”.


El Papa Francisco, en la homilía de comienzo de su Pontificado, presenta a San José como la persona elegida de Dios para vivir la fidelidad a la vocación de custodio de María y de Jesús. Con sencillez podemos descubrir en las palabras del Santo Padre Francisco la vocación de quienes han sido llamados a la Misión.

El misionero escucha y está atento a la voluntad de Dios, que le llama y le envía a custodiar la creación, a atender las personas, especialmente las más débiles. La fortaleza que descubrimos en San José es perfectamente compatible con la bondad, incluso con la ternura. De ahí que el Santo Padre Francisco nos diga: “No tengáis miedo a la bondad, a la ternura”.


El misionero, como San José, está siempre disponible a los planes de Dios. Desde la otra orilla, atiende el grito de los pobres y entrega toda su vida al servicio de los más débiles. El Papa ha subrayado con fuerza y convicción la necesidad de preocuparnos por los más necesitados. En un alarde de confianza, ha pedido “por favor” que salgamos de nosotros mismos y gastemos nuestra vida sirviendo a los demás. “Sólo el que sirve con amor es capaz de custodiar lo que se le ha entregado”.

Cuando en los ambientes sociales se deja paso a la violencia, al odio, a la envidia, todo queda destruido y se rompe la imagen de Dios en el hombre. En estos ámbitos es donde trabaja ordinariamente el misionero, que cuida de las personas más necesitadas poniendo amor donde hay odio y restañando las heridas de la confrontación con la misericordia y el perdón.

Finalmente, el Papa ha explicado en qué consiste el poder que se le entrega como Vicario de Cristo en la tierra. Lo ha hecho evocando la triple encomienda que le hace Jesús a Pedro después de la confesión del amor, para concretar que “el verdadero poder es el servicio”. Pero este servicio sólo se entiende a través de la cruz, compañera de viaje de quienes viven en cada momento la entrega a los demás y, como José, están disponibles para aceptar gozosamente los planes de Dios.

Damos gracias a Dios por este don que ha hecho a su Iglesia en la persona del Papa Francisco, y asumimos como propio ese programa de vida que antes de partir para Roma dejó a los fieles de la archidiócesis de Buenos Aires para esta Semana Santa: “Salir, compartir y anunciar… porque no tenemos derecho a quedarnos acariciándonos el alma… No podemos quedarnos en el ‘chismeterío’ parroquial… ¡cuando toda esta gente nos está esperando!”.

D. Anastasio Gil García

Director Nacional de OMP España