El pasado miércoles, 7 de noviembre, tuvo lugar en Guatemala un
terremoto de 7,3 grados en la escala de Richter. No fue tan destructivo como el
tristemente recordado terremoto de 1976, que causó más de 20.000 víctimas, pero
se cree que más de medio centenar de personas han perdido la vida, ha habido
numerosos heridos y más de un millón de afectados.
Ana
Aguado, misionera laica de la diócesis de Pamplona que está en el departamento
de San Marcos – una de las zonas más afectadas, puesto que el epicentro se
localizó en la costa del Pacífico frente a este departamento guatemalteco –, nos
ha escrito contándonos cómo se han quedado sin luz y cómo ella tuvo que “salir
fuera de San Marcos, al médico, pues me cayó una pared encima, y los hospitales
estaban llenos, así que me llevaron fuera”. Los daños materiales son muchos,
cuenta Ana, que agradece todas las oraciones por los afectados.
La
hermana María Jesús del Riego, una misionera leonesa de la Congregación de las
Hermanas del Amor de Dios, en el Quetzal, también en San Marcos, ha dado las
gracias “por vuestra cercanía, por vuestro apoyo moral, por vuestros deseos de
apoyar”.
“Hablar
de nosotras o de las pérdidas materiales sufridas en la parroquia cuando en
lugares cercanos hay familias que han perdido a sus seres queridos, están
desaparecidos, se han quedado sin casa o éstas han quedado muy deterioradas, me
parece insignificante”, señala la misionera, que en el momento del terremoto se
encontraba en la ciudad de San Marcos, asistiendo a la Asamblea Diocesana, en la
que sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos, en total unos 200, estaban
revisando juntos la marcha de la diócesis. “Estábamos en el momento del
refrigerio fuera del edificio, cuando sucedió”, cuenta la hermana María Jesús.
“Muchos nos sentamos en el suelo, escuchando fuertes ruidos dentro de uno de los
salones de reuniones. Al cesar de temblar quedamos sorprendidos: el techo falso
cayó totalmente armando una densa polvareda. Todos intentamos ponernos en
comunicación con nuestras casas, pero no había señal de teléfono ni luz. Donde
estábamos hicimos una oración por todos los damnificados y se dio por terminada
la Asamblea. Atravesamos San Marcos y San Pedro, contemplando, absortos, la
cantidad de casas agrietadas o con algún pedazo de pared en el suelo, otras
derrumbadas. Oyendo las noticias escuchábamos que de las tres carreteras que nos
conducen al Quetzal, dos estaban intransitables por derrumbes o
grietas”.
“Nunca
un viaje se me ha hecho tan largo. Al llegar a casa, después de tres horas de
viaje, al ver la iglesia y la casa la sorpresa fue mayor: paredes
resquebrajadas, agujeros por todas partes, columnas colapsadas o al borde del
colapso, un trozo de escalera en el suelo, puertas bloqueadas, muebles por
tierra… Lo mismo en la Iglesia, reconstruida hace dos años. Ambos edificios se
comunican y ambos quedaron inservibles. El consultorio, la farmacia, el
laboratorio han quedado destrozados”.
Gracias
al apoyo de varias personas pudieron rescatar prácticamente todo el material y
equipos de la clínica, así como la mayor parte de las cosas de la iglesia y de
la casa. Y cuenta con tristeza cómo “la casa y la iglesia, dos edificios
significativos para el pueblo construidos a finales de la década de los 60 por
un sacerdote canadiense, el padre Laurent Gagnon, serán demolidos en los
próximos días”.
“En
el pueblo hay varias casas con grietas, paredes derrumbadas o pisos hundidos,
cuyas familias están albergadas en el salón municipal. Otras aldeas del
Municipio están en peor situación, muchas casas han quedado colgadas en el
barranco, muertos y personas sepultadas bajo los escombros. Entre los familiares
del alcalde del pueblo murieron diez miembros de una misma familia. Se habla de
un total de 42 muertos hasta el momento, 22 desaparecidos y cientos de casas
destruidas”.OMPRESS-GUATEMALA