DESDE
PERU
Hola Amigos: Os
escribo desde Perú para contaros algo de los niños peruanos entre los que me
encuentro trabajando como misionero.
Aquí los niños viven
muy diferente a España ya que no tienen las mismas oportunidades de estudiar
bien y de gozar de una familia con buenas posibilidades para su educación.
En mi trabajo
misionero suelo visitar muchas escuelas y colegios y veo en ellos muchas ganas
de formarse y aprender muchas cosas, pero en muchos casos no pueden porque
viven a lugares apartados, principalmente en la sierra, donde las condiciones
de vida y pobreza son una amenaza para su futuro. Muchos de ellos se ven
obligados a trabajar para ayudar en la economía familiar y para comprarse sus
útiles escolares.
Recientemente estuve
en un pueblo de la sierra de Ayacucho para hablarles sobre las misiones y como
en otros países hay niños más pobres que ellos que no tienen ni escuela ni
Iglesia donde poder ir a rezar.
En los años que llevo
aquí en Perú, me he dado cuenta que los pobres comprenden mejor la situación de
esos otros países porque ellos mismos sufren las consecuencias de la pobreza y
del abandono por parte del Estado.
Esos niños con los que
me encontré en Ayacucho, apenas hablaban castellano, ya que su idioma materno
es el quechua que es la lengua que hablan la mayor parte de la gente en la
sierra andina, sobre todo, la gente mayor. La enseñanza en la escuela es en
castellano, pero cada vez más se va introduciendo el quechua para que se conserve como idioma del pueblo.
Conozco aquí en Perú a
otros misioneros de Valencia que están trabajando entre las personas más
necesitadas y con mucha ilusión por su parte porque saben que el trabajo que
realiza el misionero es para bien de ellos.
En cierta ocasión me
preguntaron a mi unas personas mayores que por qué me había venido al Perú si
en mi país se vivía mejor… Yo les
respondí que había venido porque la congregación misionera a la que yo
pertenezco desarrolla su trabajo principalmente entre la gente más necesitada
de los países en los que estamos presentes, como es el caso de Perú. Recuerdo
que quedaron contentos porque se dieron cuenta
de que estaba con ellos no por dinero sino por ayudarles a ellos a vivir
mejor y para que conozcan mejor a Dios.
Yo, en el tiempo que
pasé en Valencia, siempre hablé en colegios a niños de primaria y secundaria recordando que el principal
trabajo del misionero en cualquier parte del mundo es compartir la fe y ayudar
a que todas las personas puedan vivir más dignamente.
Deseo a todos los niños valencianos que no
olvidéis que hay muchos niños aquí en Perú que no tienen las mismas
oportunidades de estudiar y formarse para el futuro.
Un niño misionero es
aquel que comparte su fe y sus cosas con los que no tienen.
P. Valentín
García