Con motivo del centenario de la coronación canónica de la imagen de la Virgen de los Desamparados, que tuvo lugar el 12 de mayo de 1923, nuestra diócesis de Valencia celebra un Año Jubilar Mariano, y además, el 8 de septiembre de 2022 hemos comenzado la Gran Misión que el último Sínodo Valentino instó a que entre todos lleváramos a cabo a lo largo del presente curso pastoral 2022-2023.
Todos los bautizados (hombres y mujeres) tenemos la misma vocación común que es ser santos, y tenemos también la misma misión común que es evangelizar, ser misioneros de Jesús y de su buena noticia (Evangelio)
Todos somos apóstoles, es decir, enviados por el Señor a hacer presente su reinado en medio de nuestro mundo, tan necesitado del amor de Dios, de la gracia de Cristo y de la fuerza del Espíritu Santo.
Nuestra diócesis de Valencia ha sido históricamente y es todavía en la actualidad una diócesis misionera. Hay misioneras y misioneros valencianos en distintas latitudes del mundo, sobre todo en Latinoamérica y en África. Y está bien que sea así, porque si dejáramos de ser misioneros dejaríamos de ser discípulos de Cristo.
El discípulo aprende del Señor para poder después llevar su amor, su bondad, su compasión, su misericordia a los demás, sean lejanos o cercanos.
Esta Gran Misión es cosa de todos cristianos de la diócesis de Valencia, de nuestros obispos, de los sacerdotes, de los diáconos, de los miembros de la Vida Consagrada, de los y las seglares, llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo y fermento en medio de la masa.
No se trata de hacer de misioneros por un breve tiempo. Se trata de ser misioneros a lo largo de toda nuestra vida. Y uno puede ser misionero en Valencia y fuera de Valencia, en su casa y fuera de ella, en el trabajo, en las ocupaciones habituales, en el tiempo de descanso o de ocio, siempre y en todas partes, en la escuela, en el instituto, en la Universidad, en la fábrica, en un despacho, en el campo, con sus familiares y con quienes no son de su familia.
Nos lo dijo el Señor: "Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda la creación". Ésta es nuestra misión esencial y común. Nadie puede decir que no es necesario para llevar a cabo la misión cristiana, pues si de verdad nos hemos encontrado con el Señor y si de verdad su Palabra nos da vida, entonces nacerá en nosotros la pasión por llevar el Evangelio a los demás.
¿De dónde sacaremos las fuerzas para hacerlo? De la oración, de la adoración, de la meditación de la Palabra de Dios, de la gracia de los Sacramentos, sobre todo de la Eucaristía, fuente y cima de toda la vida de la Iglesia.
Y siempre en comunión de fe y amor con todo el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, con todo el Pueblo de Dios, presidido por el Sucesor de Pedro y por nuestro Arzobispo y sus Auxiliares, que tanto oran y trabajan en favor del pueblo que tienen encomendado, y que no cesan de animarnos a vivir la fe, la caridad y la esperanza cristianas.
El hecho de vivir las tres virtudes teologales también nos empuja a ser misioneros. La fe se fortalece dándola. Lo mismo ocurre con el amor y con la esperanza que hemos de compartir con los demás, animando a los desalentados, amando a todas las personas, comunicando esa fe que llevamos en el corazón y que es el regalo más grande que Dios nos ha hecho.
De la mano de María, la nostra Mare de Déu dels Desamparats, estimulados por su ejemplo de discípula y misionera de su Hijo, nos lanzamos a la misión, no en nuestras fuerzas, sino en el poder del Espíritu Santo que sopla donde quiere y cuando quiere.
Si de verdad amas al Señor serás misionero. Y verás cómo crece tu amor por el Señor y por los hermanos. Tendrás problemas y dificultades, pero justo ahí encontrarás la perfecta alegría, en la Cruz.
Vayamos con alegría al encuentro de los demás para anunciarles gozosamente cuánto les ama Dios.
¡Felíz y santo Año Jubilar y mucho ánimo para llevar a cabo la Misión!>
José Vte. Martínez