jueves, 17 de marzo de 2022

Desde Japón, el misionero Juan Vicente Catret

El misionero Juan Vicente Catret nos ha enviado la homilía que el pasado domingo, segundo de Cuaresma, realizó con motivo de la celebración de la Transfiguración del Señor:

"Este domingo celebramos la transfiguración de Jesús en el monte Tabor, a mitad de la Cuaresma. La Iglesia quiere que recordemos este episodio misterioso de la vida de Jesús, para que sigamos esforzándonos pasando del dolor que nos causan la guerra en Ucrania, los sufrimientos de los refugiados, a la esperanza de un mundo mejor, en paz de unos con otros, y una resurrección a un mundo mejor.
La Resurrección de Jesús nos invita a verlo todo con los ojos “iluminados”, como así estuvieron los ojos de Pedro, Santiago y Juan. Jesús nos quiere impartir esa energía que nos infunde una vida llena de esperanza diaria, de transparencia interior que se refleje al exterior en servicio de amor a Dios y a los hombres. Me parece que en la liturgia de hoy se dan tres revelaciones. La primera se muestra en la primera lectura, cuando Dios promete a Abraham que su descendencia se multiplicará como las estrellas... Dios le invita a la fe y a la esperanza.
En la segunda lectura, san Pablo nos anima a nuestra propia revelación: somos peregrinos humildes, caminando hacia la vida eterna cuando dice: “seguid mi ejemplo y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en mí”.
En el Evangelio, San Lucas cuenta la revelación de Jesús, anticipa el misterio pascual: paso de la muerte en la cruz al gozo de la Resurrección, el ir desde el “Amén” del Monte Gólgota al “Aleluya” del Monte de los Olivos.
Pidamos al Señor que nos transfigure, que vivamos una vida de fe, esperanza y amor. Dicho con una comparación, a mí me gusta pensar en una de esas preciosas vidrieras de la Catedral de León (España), que transmiten una luz fantástica gracias al sol que las ilumina. Nosotros somos como un de esas vidrieras, que recibimos la luz del sol de Jesús para iluminar nuestra vida ordinaria de la mañana al atardecer, cuando –como decía San Juan de la Cruz: “a la tarde te examinarán en el amor”... San Anastasio del Sinaí, en una “Homilía sobre la Transfiguración, dijo: “ ¡Alégrate, oh Creador de todas las cosas, Cristo Rey, Hijo de Dios resplandeciente de luz, que has transfigurado a tu imagen toda la creación y la has recreado de manera maravillosa! ¡Y alégrate tú, oh imagen del reino celestial, santísimo monte Tabor, que sobrepasas en belleza todos los montes! ¡Monte Gólgota y monte de los Olivos, cantad juntos un himno y alegraos; cantad a Cristo con una sola voz en el monte Tabor y celebradlo todos juntos!
Termino con una poesía de Gerardo Diego titulada "Salmo de la Transfiguración": Transfigúrame. Señor, transfigúrame. Traspáseme tu rayo rosa y blanco. Quiero ser tu vidriera, tu alta vidriera azul, morada y amarilla en tu más alta catedral. Quiero ser mi figura, sí, mi historia, pero de Ti en tu gloria traspasado. Quiero poder mirarte sin cegarme, convertirme en tu luz, tu fuego altísimo que arde de Ti y no quema ni consume. ¡Oh mi Jesús alzado sobre el trío - Pedro, Juan y Santiago que cerraba sus ojos incapaces de sostener tu Luz, tu Luz! Y no cerrar mis párpados como ellos los cerraban con tu llaga de luz sustituyéndote en inconsútil túnica incesante, y dentro Tú manando faz de Dios."
J.V.C