Queridos hermanos y amigos,
Damos gracias al Señor por el
primer semestre de este año 2021 que ha transcurrido para nosotros lleno de
acontecimientos gozosos. El Señor no deja que “nos deprimamos” en medio de
estos tiempos tan difíciles para muchas personas en el país debido a la soledad
y abandono provocado por esta pandemia. Como dice el Salmo “en la angustia
Señor tú me abres salida” (Salmo 4, 2), así Dios provee para nosotros en medio
del desierto el alimento oportuno para que no desfallezcamos. Este alimento,
este maná del Cielo, nos llega a través de la comunión con los hermanos que es
un anticipo de lo que viviremos allí. Así las liturgias del tiempo de Pascua,
preparadas con esmero por los seminaristas en los mínimos detalles, nos han
llevado a todos a la Resurrección.
Después de la Vigilia Pascual, durante la semana “in albis”, el
Señor nos regaló un tiempo de vacaciones en una casa en la playa. Salimos así
fuera del ambiente del seminario, para estar en contacto directo con la
naturaleza, sin los horarios que rigen nuestra vida ordinaria. La vida del
seminario está llena de tareas que hay que realizar que van desde poner la
mesa, lavar los platos, hasta preparar los cantos, poner las flores etc. Todos
se quejan de “no tener tiempo para estudiar”. Aunque esto tiene su parte de
verdad, siempre digo a los seminaristas que “tienen mucho tiempo”...Tienen que
aprender que el tiempo es una vivencia interna que depende de nuestra vida
interior y está asentado en nuestro corazón. El seminario, que es un periodo
importante de formación, debe enseñar también a los seminaristas a manejar el
“estrés”, enfermedad de nuestra época, de un hombre que “está siempre
ocupado”, para vivir el tiempo de forma nueva.
La Cincuentena Pascual, que
debe celebrarse como un “único día”, ha sido nuestra maestra en este
aprendizaje, introduciéndonos en el descanso del Cielo. Las liturgias solemnes
cada día con todos los signos de la fiesta. La Palabra mistagógica de la
Iglesia que nos enseña el significado de los misterios recibidos (bautismo y
eucaristía). Pero también el ambiente en la casa; el vino en la mesa, la
alegría, el canto, los dulces, las risas, nos han ayudado a “vivir de otra
manera” y “ocuparnos” de lo importante. Como decía Santa Teresa “un santo
triste es un triste santo”.