La revista Misioneros rinde un homenaje a la familia. En cualquier sociedad la familia constituye siempre el pilar básico sobre el que se forjan las personas del mañana.
La revista recorre desde los hogares humildes de las villas de Argentina a las casas acomodadas de Corea del Sur o el de una familia numerosa en Extremadura... Estas familias y también las nuestras son una pieza clave en la transmisión y el anuncio del Evangelio.
El fin del tiempo pascual es una invitación a tomarnos en serio nuestra vocación cristiana: casados, solteros, sacerdotes o consagrados; adultos, ancianos o jovencillos.... ¡todos! Por el Bautismo, el Señor pensó en nosotros como apóstoles, misioneros, evangelizadores. A todos nos habla el Señor cuando dice: "Id y haced discípulos a todos los pueblos"; "recibiréis la fuerza del Espíritu Santo... y seréis mis testigos... hasta el confín de la tierra". Cada uno, según su vocación, ha sido elegido por Cristo.
Con los donativos que recibe Obras Misionales Pontificias se envían ayudas a las misiones que sirven para construir iglesias; formar catequistas; sostener escuelas, orfanatos, hospitales, asilos... La lista de gastos a los que debe hacer frente una diócesis es tan dispar como interminable.
Como es el caso de Burundi, uno de los países más pobres del mundo, que ha recibido ayudas de OMP por un importe superior a 700.000 euros. Con estas ayudas las diócesis han construido iglesias, reparado centros...; han atendido a ancianos, a niños huérfanos y de la calle; han dado educación y alimento a miles de niños y jóvenes; y han podido seguir trasmitiendo los valores del Evangelio a una población que tiene necesitad de conocer el amor de Dios.
Muros levantados con sudor extenuante de niños. Trabajos invisibles pagados con sueldos raquíticos. La virtud del esfuerzo, corrompida por la avaricia del mayor beneficio jamás visto. Juegos "sacrificados" que "matan" prematuramente al pequeño que no los disfrutó. Días de escuela perdidos que ya jamás se recuperaran. Mercado libre que esclaviza la mas tierna mano de obra, que condenan a la miseria y a la explotación al niño que en su primer llanto pidió trabajo.