"La pandemia ha puesto al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo – ha recordado el Santo Padre Francisco en la audiencia general del 19 de agosto -. Y el virus, que no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminaciones. Y las ha aumentado”.
Para responder a las consecuencias de la pandemia de Covid-19 que no son solo de carácter sanitario, el Papa ha puesto en marcha un Fondo de Emergencia en las Obras Misionales Pontificias (OMP) que desde hace varios meses responde a las peticiones de las diócesis de todo el mundo misionero, marcado por la pobreza y las desigualdades que se han agravado en este período (véase Fides 6/4/2020). Las últimas ayudas se han enviado a diversas circunscripciones eclesiásticas de África y América Latina.
En Ruanda, donde aún se viven las consecuencias de la larga guerra fratricida que dificultan la evangelización, son cuatro las diócesis a las que el Fondo de Emergencia de las OMP ha enviado las ayudas solicitadas, que serán utilizadas por las parroquias sobre todo para la compra de material médico y de prevención necesario para equipar los lugares de culto y así permitir la reanudación de las celebraciones con seguridad. Las iglesias particulares de Gikongoro, Cyangugu, Kigali y Nyundo se han visto severamente probadas por la pandemia, tanto a nivel pastoral como económico. Aunque el compromiso de hacer corresponsables a los laicos de la misión de la Iglesia ha dado buenos frutos también en lo que respecta a las necesidades materiales, las arcas de las parroquias se han quedado vacías. La suspensión de las celebraciones y la administración de los sacramentos, la interrupción de la catequesis y las actividades grupales, así como la pérdida del trabajo para muchos, han hecho imposible la recaudación de donaciones y contribuciones económicas de los fieles.
La población de la diócesis de Solwezi, que se encuentra en la región noroeste de Zambia, vive esencialmente de la agricultura de subsistencia. Solo dos parroquias son autosuficientes económicamente, mientras que todas las demás dependen del apoyo de la diócesis. Como resultado del aislamiento, muchos han perdido sus trabajos, la economía se ha visto severamente afectada y muchos niños y ancianos necesitados acuden a las parroquias en busca de comida, de un sustento mínimo. Muchos se mueven sin protección sanitaria, y los subsidios enviados serán utilizados por la diócesis para comprar alimentos y material de protección para las familias más necesitadas.
América Latina también está azotada por la pandemia, que ha exacerbado la pobreza y la marginación. En Colombia, la ayuda del Fondo OMP se utilizará para apoyar a los sacerdotes del Vicariato Apostólico de Puerto Carreño, comprometidos con la evangelización de pueblos indígenas, campesinos y colonos. Suelen vivir de pequeñas ofrendas de los fieles, pero desde hace algún tiempo, con la suspensión de misas y encuentros pastorales, no tienen forma de mantenerse, y el propio Vicariato Apostólico no tiene recursos para sostenerlos. También en Ecuador, en el Vicariato Apostólico del Napo, es necesario asegurar la alimentación y los medios de transporte para 24 sacerdotes que se involucran activamente en el anuncio del Evangelio y en las obras de asistencia social, recorriendo grandes distancias todos los días, además de proporcionar los medicamentos necesarios para 5 sacerdotes enfermos. En el Vicariato Apostólico de Puerto Ayacucho, en Venezuela, dos comunidades de Hermanas Misioneras de la Consolata necesitan la ayuda del Fondo OMP, habitualmente dedicadas a actividades pastorales, educativas y asistenciales para niños de familias marginadas, a quienes ofrecen asistencia y una alimentación mínima. Su vida se ha vuelto aún más difícil debido a la pandemia.
Agencia Fides











































