Según informa la Compañía de
Jesús, el próximo 2 de abril el Papa Francisco firmará el decreto de
canonización del jesuita Beato José de Anchieta. Un misionero muy querido por
el Papa, del que tuvo un recuerdo en la última Jornada Mundial de la Juventud,
en Brasil. A los jóvenes les dijo: “Un gran apóstol de Brasil, el beato José de
Anchieta, se marchó a misionar cuando tenía sólo diecinueve años. ¿Saben cuál
es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. ¡Éste es el
camino que ha de ser recorrido por ustedes!”.
José de Anchieta nació el 19 de marzo de 1534 en
San Cristóbal de la Laguna, en la isla de Tenerife. Su padre, Juan de Anchieta,
era un vasco originario de Urrestilla, Azpeitia, tierra de San Ignacio de
Loyola, con cuya familia estaba emparentado. Su madre, Mencía Díaz de Clavijo,
era natural de Las Palmas y descendiente de la nobleza canaria.
En 1548 José de Anchieta y su hermano partieron
hacia Portugal para estudiar en la Universidad de Coimbra, regentada por la
Compañía de Jesús y una de las más prestigiosas de la época. En 1550, el padre
Simón Rodrígues S.J., Provincial de Portugal y uno de los primeros compañeros
de San Ignacio, lo admitió en la Compañía de Jesús. Anchieta, animado por la
lectura de las Cartas que enviaba Francisco Javier desde la India, deseaba ser
misionero.
Termina el noviciado a los 19 años y, a pesar de
sus problemas de salud, es destinado a las Misiones del Brasil. El 13 de julio
de 1553 llegó al puerto de Bahía. Así da comienzo a una vida apostólica
extraordinaria e intensa, que desarrolla en gran parte junto al P. Manuel de
Nóbrega SJ, Provincial del Brasil, con quién comparte una profunda amistad.
Su primer destino fue la Capitanía de San Vicente,
donde vivían la mayor parte de los jesuitas del Brasil. Ya camino de San
Vicente José vive una de sus primeras aventuras. La embarcación en la que viaja
sufre daños y debe refugiarse en la costa. Establecen contacto con los
indígenas y, mientras dura la reparación de la nave, el joven jesuita aprovecha
para aprender la lengua tupí. Aquellos días de obligada parada, mientras se
acostumbra a comer los productos del lugar, pone todas sus habilidades a
disposición del aprendizaje de la lengua y las costumbres de los pobladores
indígenas, algo que será fundamental para toda su labor en Brasil. El 25 de
enero de 1554 formó parte del grupo de portugueses que en Piratininga fundaron
la actual ciudad metrópoli de Sao Paulo. Allí José de Anchieta construye una
maloca, una casa tradicional comunitaria destinada a ser centro misionero, que
se convirtió en lugar de atención y asentamiento para los indígenas. Se les
ofrecía instrucción en carpintería y artesanía, y los pequeños aprendían a leer
y escribir. Por su parte, Anchieta aprendió de los indígenas técnicas
curanderas, botánica y las propiedades de las plantas, que empieza a utilizar
tanto para uso medicinal como para obtener fibras para fabricar alpargatas y
piezas artesanales. También anima la construcción de casas de barro y ladrillo.
Rápidamente llega a dominar la lengua indígena.
Prepara la primera gramática de la lengua tupí, que servirá para el aprendizaje
de la misma por parte de sus compañeros y que constituye una gran aportación,
con la que se convierte en “misionero de misioneros”. Se le atribuye también la
creación y traducción de tres catecismos y otras obras sobre la realidad del
país y de los pueblos indígenas. Anchieta es también poeta y dramaturgo, y
escribió en latín, español, portugués y tupí. La Academia Brasileña de Letras y
el Instituto Histórico y Geográfico Brasileño le consideran entre las grandes
figuras de la cultura del Brasil.
En abril de 1563 emprende, junto al provincial
jesuita padre Manuel de Nóbrega SJ, una expedición para preservar la paz con la
federación de los indios tamoios. Nóbrega y Anchieta se internan en terreno
indio y se presentan en Iperui, donde vive el principal cacique tamoio:
Caoquira. Lo vivido por los dos compañeros jesuitas en de ambos bandos.
José de Anchieta se convirtió en un defensor de los
derechos de los aborígenes y mestizos, y predicó contra las cacerías de indios
y el mercado de esclavos. En 1566 es ordenado sacerdote y vuelve a Río donde ya
se ha fundado la misión de San Sebastián. Allí, junto a Nóbrega, que por
entonces es un anciano, Anchieta funda un colegio.
En 1577 fue nombrado Provincial y, a lo largo de
ocho años, recorrió repetidas veces el inmenso territorio de su país. La
atención y auxilio de enfermos y moribundos fue una de sus grandes preocupaciones.
Siendo Provincial envía al Paraguay a los primeros misioneros que formarán el
núcleo original de la famosas Reducciones.
Murió el
9 de junio de 1597 en Reritinga, hoy ciudad Anchieta en su honor. El pueblo y
la Iglesia del Brasil lo han considerado siempre como su gran evangelizador. El
22 de junio de 1980 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II.OMPRESS-ROMA.