Una afirmación articuló su
ponencia: “La Iglesia hace la misión, pero la misión hace también a la Iglesia”.
Basándose en ella recordó el momento histórico vivido con el encuentro de dos
mundos en el siglo XVI, con los religiosos misioneros que partieron a América, y
los diversos momentos históricos vividos por la misión desde entonces. Entre
ellos destaca el movimiento misionero en Francia en el siglo XIX, con una
floración de congregaciones e iniciativas misioneras, en donde tienen sus raíces
las Obras Misionales Pontificias. Actualmente vivimos una nueva encrucijada tras
la inflexión del Vaticano II. Surge la comunión de Iglesias y, poco a poco, se
va reduciendo la división “entre la cooperación que se encuentra en unos países
y la misión que se encuentra en otros”. Estas y otras intuiciones que han
marcado el cambio de mentalidad misionera encontraron su confirmación en los
documentos pontificios misioneros.
Por eso, señalaba Eloy Bueno, la
cooperación hoy es “el modo en que cada uno participa en la misión de la
Iglesia”. Algo que se refleja hasta en la clasificación clásica de la
cooperación misionera – espiritual, personal y económica – Rezar por las
misiones es ver desde los ojos de Dios y, por lo mismo, el que reza “tiene que
sentirse implicado y protagonista del proyecto universal de Dios”.
El profesor Bueno concluyó su
ponencia señalando diversas notas de discernimiento, entre las que destacaba el
carácter de apertura que los delegados de misiones aportan a sus respectivas
diócesis. Son ellos quienes tienen que recordar a todos lo que está en juego,
que la cooperación es un ejercicio de comunión a nivel diocesano y universal y
elevar los ojos de todos más allá de las realidades locales.OMPRESS-MADRID.