Este año también hay luces en las calles, juguetes en las tiendas y habrá turrón en las mesas… Sin embargo, las graves consecuencias de la pandemia que aún sufrimos convierten a esta Navidad en una muy diferente y especial. No habrá tantos gastos y posiblemente será más auténtica, familiar y entrañable.
Hemos perdido muchas cosas y hemos dejado de disfrutar de la compañía de muchos seres queridos, pero nadie nos puede robar la Navidad y su significado de esperanza y luz para todos. Las consecuencias más graves de la pandemia, una vez más, las están sufriendo los más vulnerables. Cuando todo pase habrá más de 150 millones de personas que pasarán a formar parte de las listas de la pobreza extrema y millones de niños y niñas no volverán a las aulas.
Sin embargo, en este año marcado por el confinamiento y por las dificultades, los misioneros salesianos han continuado al lado de los más vulnerables. Gracias a la solidaridad salesiana de todo el mundo hemos podido repartir comida, mascarillas, material de higiene y sanitario y comida a los más desfavorecidos, pero también hemos continuado al lado de los migrantes, de las personas refugiadas, de las familias más necesitadas, de los niños y niñas en situación de calle, de los enfermos, de los mayores que no pueden valerse por ellos mismos…
Los misioneros se han convertido en un ejemplo, en portadores de una luz necesaria en estos momentos y capaces de llevar el mensaje de esperanza que representa la Navidad a lo largo de todo el año y a todos los rincones. Ese espíritu de la Navidad nos debe convertir en mejores personas y más solidarias, capaces de reconocer el sufrimiento y la necesidad del prójimo, inconformistas y rebeldes ante las injusticias para construir ese mundo más justo que necesitamos.
No debemos conformarnos con recuperar la situación anterior a la pandemia porque antes había guerras, injusticias, hambre… y muchísimas personas han visto empeorada su situación en los últimos meses. La Navidad debe conseguir en nosotros, con el ejemplo de los misioneros, transformar nuestras vidas. Ojalá atendamos con sensibilidad las necesidades de los que menos tienen y más sufren saliendo sin miedos, sin prejuicios y unidos a su encuentro.
¡Que nada ni nadie nos robe el espíritu de la verdadera Navidad! E igual que Jesús se hace hoy hombre naciendo en un humilde portal de Belén, que su divinidad nos haga a nosotros más humanos y con espíritu misionero. ¡Feliz Navidad!
MISIONES SALESIANAS