viernes, 17 de julio de 2020

Un misionero valenciano desde Sudáfrica



Queridos amigos,

Cuando comenzó la pandemia del covid-19 el pasado mes de febrero invitaba a los seminaristas a entrar en la escuela del coronavirus, como un tiempo providencial de desierto y prueba, en el que el Señor, como auténtico Pedagogo de nuestras almas, nos quería educar y preparar mejor para una misión en medio del mundo actual. Aunque estamos lejos aún de haber salido de esta novedosa situación, recogemos ya los copiosos frutos del sufrimiento pasado. Como dice el apóstol Santiago: “Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento: pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros” (Santiago 1, 2-3).

Después de varios meses de confinamiento he pedido a los seminaristas que escribiesen para esta newsletter su experiencia personal respondiendo a la pregunta: “¿Qué te ha enseñado el Señor en este tiempo?”. Las breves notas que han escrito reflejan lo que dice la Escritura tantas veces sobre el modo de obrar de Dios, que en ocasiones lleva a su pueblo a situaciones límite, sin salida, de donde no puede escapar, de peligro, e incluso de guerra y muerte, para manifestar su brazo poderoso y su gloria y revelarse como Dios y Padre. Así, una vez salidos del “aprieto” como la mujer que va a dar a luz (Jn 16, 21), bendecimos a Dios porque el sabe lo que nos conviene en cada tiempo de nuestra existencia y le pedimos la fe para no dudar de su amor en ninguna circunstancia futura.
Es un aprendizaje constante de la vida cristiana, pero muy especialmente para los que se preparan para ser presbíteros y evangelizadores: aprender que la cruz y el sufrimiento son necesarios en nuestra vida, providenciales y sobre todo fecundos de preciosos frutos para nosotros y para los demás. Dios nos forma: siembra, riega, excava, purifica, poda, por tiempos y estaciones su viña amada (Is 5) y a veces la misión más importante y eficaz consiste en la paciencia en el sufrimiento y en dejar actuar a Dios sin moverse del sitio: “Habita tu tierra y sé leal” (Sal 37, 3). Espero que las experiencias que siguen a continuación nos ayuden a todos a contemplar la acción maravillosa de Dios en nuestras vidas.

Así nos lo cuenta Tabuaka Tataua, seminarista de República de Kiribat que está en su segundo año de seminario: “Para mi este tiempo ha sido muy peculiar y a veces he perdido la confianza para
seguir en el seminario, pero Dios ha sido siempre bueno y generoso conmigo durante todo este tiempo.

Dios me ha dado tiempo para acercarme a Él y también para poner mi confianza en Él. Como he dicho, ha sido muy difícil para mí estar encerrado en casa todo el tiempo, pero Dios, a pesar de mis murmuraciones y quejas ha tenido paciencia conmigo. Ha sido especialmente el curso de Liturgia lo que más me ha ayudado. Rezad por mí y yo rezaré por vosotros”.

Roberto Cáceres de Paraguay que está en su tercer año de seminario, escribe:
“Deseo comenzar dando gracias a Dios por este tiempo maravilloso en el cual se ha manifestado a través de su Divina Providencia, y me ha hecho ver que sus proyectos son proyectos de amor y misericordia que superan todas mis expectativas. En Sudáfrica comenzó el confinamiento semanas antes de la Pascua.

La experiencia de vivir la Pascua en el seminario ha sido única y me ha hecho ver la importancia de los preparativos y el valor de celebrar la Pascua en comunidad. Otro punto donde veo que el Señor me ha tocado, ha sido la importancia de darle el uso adecuado a internet, que puede llegar a ser un instrumento útil para la evangelización, ya que gracias a esta herramienta hemos podido
transmitir la Vigilia Pascual y la Vigilia de Pentecostés a muchas personas. También hemos podido recibir nuestras clases de filosofía y teología a través de interntet, y participar en las celebraciones de la Palabra de Dios con nuestras comunidades, todo a través de internet. Como ya he dicho antes, doy gracias al Señor que me ha abierto los ojos a través de su Providencia y a pesar de las dificultades que hemos atravesado no me ha faltado de nada; y he tenido el pan de cada día. Veo que esta Providencia se manifiesta claramente a través de hermanos y benefactores por los cuales pido al Señor cada día al recibir la comunión para que les bendiga y les dé el ciento por uno”.

Gabriel Martins de Brasilia, que está en su segundo año de seminario, nos resume así su experiencia:
“El Padre no me ha dejado sólo, porque el Padre está conmigo (Jn 16, 32). Con este verso del evangelio puedo expresar brevemente cómo el Señor ha trabajado conmingo en la escuela del coronavirus Cuando veía todas mis seguridades derrumbándose, y el miedo por mis familiares en Brasil, el Señor vino para mostrarme que Él es El Señor de mi vida, un Dios que a pesar de mis actitudes y miedos infantiles, se manifiesta a sí mismo de una manera clara, como mi Padre, que me trata como a un hijo pequeño, filhinho en portugués (Jn 13, 33).

En los últimos meses he estado siempre esperando buenas noticias, como una vacuna o una cura para esta plaga, pero la única buena noticia que he podido encontrar estaba en el Evangelio. Ha sido un tiempo lleno de frutos, para estar agradecido por el amor infinito de Dios, para rezar por todos los que están sufriendo, para vivir los sacramentos sabiendo el privilegio que me era dado de poder recibir esta gracia cuando la mayoría de los cristianos no podían”.Ronwynne Johnson, seminarista sudafricano de Pretoria que lleva cuatro años de seminario cuenta cómo:


“Este tiempo ha sido profundamente peculiar y lleno de cambios de vida inesperados. Vivir la liturgia durante el confinamiento ha sido muy bello porque me ha llevado muy cerca de Dios y también de —si Dios quiere—los futuros presbíteros de esta nación, mi nación.Tengo que admitir que me da mucha pena por aquellos que no pueden participar físicamente de la Eucaristía, pero estoy seguro de que Dios les está iluminando también bajo estas circunstancias. Estoy también un poco triste por algunos que han tenido que partir. Muchas cosas están cambiando y han cambiado y esto es una


llamada a despertar para mí para tomarme seriamente mi vida y dejar de vivir ya para mí mismo. Veo que más allá de mi situación personal, los sufrimientos de las personas a mi alrededor me invitan fuertemente a la conversión. Dios me ha dado una nueva misión: rezar. Lo sé porque veo cómo Él me está enseñando a escucharle en mi corazón y me está ayudando a conocerme y a aceptarme a mí mismo y sobre todo a aceptar su amor gratuito por mí, y esto me impulsa a amar a los demás y rezar por ellos.”Matteo Nistri, de Roma, en su octavo año de seminario nos escribe de esta manera:


“La escuela del coronavirus ha sido para mí sobre todo una escuela de paciencia, una virtud cristiana desconocida para mí. Paciencia con el prójimo, en estos días tan cercano, paciencia con los hechos que me suceden, sobre los cuales no tengo ningún poder, paciencia conmigo mismo y con mis debilidades.

Maestro de esta virtud ha sido Jesucristo, que ha tenido siempre mucho paciencia conmigo. Un maestro que me ha enseñado a vivir este tiempo en paz,estudiando, trabajando, y rezando sin ansias, sin la preocupación por salir a toda costa, de encontrar soluciones, un maestro que me ha enseñado que hay hechos en la vida que simplemente no puedo controlar, que me muestran cada día que es Él el que tiene el timón de mi vida. La escuela del coronavirus ha sido una escuela de silencio, paciencia, intimidad, oración, todas cosas que el mundo de hoy ha relegado”.Charles Kent de Filipinas que está en su tercer año de seminario, escribe:


“En resumen, este tiempo del coronavirus es una verdadera gracia que Dios me ha dado. Para ayudarme a recordar cosas de mi vida pasada, redescubrir las maravillas hechas por Dios en mi historia, para tener una razón para seguir adelante.

Un tiempo de liberación de mi cinismo y pesimismo. Un gran momento de intercesión por las personas que Dios ha enviado, y está enviando para ayudarme en este viaje hacia Dios. Por último, he descubierto que no puedo bendecir a Dios por completo si no soy completamente consciente de las cosas que ha hecho en mi vida hasta ahora. Puedo alabar a Dios porque se me ha revelado y me está enseñando a darle gracias. Veo que Él quiere que viva como su criatura, su discípulo, su hijo”.

Os mandamos un gran abrazo desde Sudáfrica, todos los días recordamos en nuestra liturgia a los difuntos fallecidos durante la pandemia, y rezamos por lo que queda por pasar, para que como dice S. Benito, cuya fiesta celebramos hoy, en su regla monástica: “Parati semper sint monachi, ad opus Dei festinantes” (Regla, XXII). Que estemos siempre prontos a hacer la Voluntad de Dios.



¡QUE DIOS OS BENDIGA A TODOS!

El Rector del Seminario, Juan Jesús Prats Arolas