viernes, 31 de julio de 2020

Pauline Jaricot, una “Santa moderna”

Las redes sociales, en su día, estaban todavía lejos de llegar. Pero Pauline Jaricot, una joven de diecisiete años de Lyon, ya tenía una comprensión clara de la dimensión capilar y ontológicamente universal de una comunidad como la de los creyentes en Cristo. No tanto por la estructura rígida o por su potencial financiero. Más bien porque, en su corazón, la joven se había dado cuenta de que la oración es una fuerza trascendente que mueve montañas y la caridad es un lenguaje global, capaz de llegar a todos los hombres y mujeres, en todos los rincones del planeta. Esta joven es hoy modelo para la Iglesia del siglo XXI: el pasado 26 de mayo, el Papa Francisco autorizó la publicación del decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión de la venerable sierva de Dios Pauline Marie Jaricot (1799-1862), abriendo así el camino para su beatificación.

La suya fue una feliz intuición de crear “trabajo en red”, promoviendo iniciativas que unen a los creyentes en la oración y en la ampliación de horizontes para aliviar el sufrimiento de personas cercanas y distantes a miles de kilómetros, hasta llegar a “los confines de la tierra”.

Jaricot ofreció su contribución peculiar y crucial a la sensibilidad y la actividad misionera de la Iglesia, adoptada a principios del siglo XIX: gracias a la joven de Lyon, esa sensibilidad misionera se extiende y se comparte con todo el pueblo de Dios, con la idea que todos los bautizados - y no solo los religiosos que partieron a tierras lejanas -, eran auténticos protagonistas de la misión de la Iglesia.

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