– “Ser fieles a la novedad del
Espíritu es una gracia que debemos pedir en la oración. Que Él, que hace nuevas
todas las cosas, nos dé su prudencia audaz, inspire nuestro Sínodo para renovar
los caminos de la Iglesia en Amazonia, de modo que no se apague el fuego de la
misión”. Es el llamamiento del Papa Francisco resonó en la Basílica del
Vaticano ayer por la mañana, domingo 6 de octubre, durante la Misa que inauguró
de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos sobre el tema “Amazonia:
nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral”. Junto con el
Santo Padre 185 padres sinodales, de los cuales 113 proceden de la región
panamazónica representando a los nueve estados de la Región (Brasil, Venezuela,
Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Guyana Francesa, la República Cooperativa de
Guyana y Surinam).
El Santo Padre se inspiró en las palabras del apóstol Pablo, “el mayor
misionero de la historia de la Iglesia, que nos ayuda a “hacer Sínodo”, a
“caminar juntos”: “Lo que escribe Timoteo parece referido a nosotros, pastores
al servicio del Pueblo de Dios”.
“Somos obispos porque hemos recibido un don de Dios. No hemos firmado un
acuerdo, no nos han entregado un contrato de trabajo “en propia mano”, sino la
imposición de manos sobre la cabeza, para ser también nosotros manos que se
alzan para interceder y se extienden hacia los hermanos. Hemos recibido un don
para ser dones. Un don no se compra, no se cambia y no se vende: se recibe y se
regala. Si nos aprovechamos de él, si nos ponemos nosotros en el centro y no el
don, dejamos de ser pastores y nos convertimos en funcionarios: hacemos del don
una función y desaparece la gratuidad, así terminamos sirviéndonos de la
Iglesia para servirnos a nosotros mismos. Nuestra vida, sin embargo, por el don
recibido, es para servir”.
Recordó que, para ser fiel a la misión recibida, los obispos están llamados a
“reavivar” el don de Dios”: “El fuego de Dios, como en el episodio de la zarza
ardiente, arde pero no se consume. Es fuego de amor que ilumina, calienta y da
vida, no fuego que se extiende y devora. Cuando los pueblos y las culturas se
devoran sin amor y sin respeto, no es el fuego de Dios, sino del mundo. Y, sin
embargo, cuántas veces el don de Dios no ha sido ofrecido sino impuesto,
cuántas veces ha habido colonización en vez de evangelización. Dios nos guarde
de la avidez de los nuevos colonialismos. El fuego aplicado por los intereses
que destruyen, como el que recientemente ha devastado la Amazonia, no es el del
Evangelio. El fuego de Dios es calor que atrae y reúne en unidad. Se alimenta
con el compartir, no con los beneficios. El fuego devorador, en cambio, se
extiende cuando se quieren sacar adelante solo las propias ideas, hacer el
propio grupo, quemar lo diferente para uniformar todos y todo”. También el Papa
habló sobre el testimonio: “el apóstol pide testimoniar el Evangelio, sufrir
por el Evangelio, en una palabra, vivir por el Evangelio. El anuncio del
Evangelio es el primer criterio para la vida de la Iglesia. Poco después Pablo
escribe: «Pues yo estoy a punto de ser derramado en libación» (4,6). Anunciar
el Evangelio es vivir el ofrecimiento, es testimoniar hasta el final, es
hacerse todo para todos (cf. 1 Cor 9,22), es amar hasta el martirio”.
El Santo Padre concluyó su homilía invitando a mirar a Jesús Crucificado “al
corazón traspasado por nosotros. Comencemos desde allí, porque desde allí ha
brotado el don que nos ha generado; desde allí ha sido infundido el Espíritu
Santo que renueva (cf. Jn 19,30). Desde allí sintámonos llamados, todos y cada
uno, a dar la vida. Muchos hermanos y hermanas en Amazonia llevan cruces
pesadas y esperan la consolación liberadora del Evangelio y la caricia de amor
de la Iglesia. Por ellos, con ellos, caminemos juntos”.
Agencia Fides