El pasado 26 de marzo –IV
Domingo de Cuaresma- tuvimos una nueva edición de la Oración por las misiones
que mensualmente organiza nuestra Delegación y que en esta ocasión se
desarrolló en el Monasterio de Sta. Mª de los Desamparados de las HH. Oblatas
de Cristo Sacerdote en Moncada.
Se daba la circunstancia de
que a lo largo de los domingos de Cuaresma, la parroquia de S.Jaime de Moncada
ha ido presentando los diversos carismas que enriquecen la vida de la
parroquia, por lo que al corresponder ese domingo a las HH. Oblatas se aunaron
los dos fines: oración por las misiones y presentación del propio carisma, adquiriendo
así un tono particular.
La celebración presidida por
el Delegado de Misiones, D. Arturo García, siguió el esquema acostumbrado con
Exposición del Santísimo, momentos de adoración y vísperas cantadas por toda la
asamblea que llenaba la
Capilla y que estuvo integrada por algunos sacerdotes, un
grupo de seminaristas y miembros de las otras congregaciones religiosas
presentes en Moncada, fieles de Moncada y pueblos cercanos, así como la Comunidad de HH. Oblatas;
gozando todos por la belleza de la liturgia y el ambiente de oración y
comunión.
Además de las palabras de
acogida al inicio, las Hermanas después de la lectura breve, explicaron su
carisma subrayando la vinculación que tienen como contemplativas a la vocación
misionera.
Después de la Bendición y antes de la Reserva se cantaron las
Letanías de Cristo Sacerdote y Víctima, uniéndose así toda la asamblea a la
oración perenne de estas Hermanas por los sacerdotes y la Iglesia entera
TESTIMONIO-PRESENTACIÓN DEL CARISMA
Aunque la mayoría de
vosotros nos conocéis, alguno se puede preguntar: Y ¿cómo surge esta vocación
de las Oblatas de Cristo Sacerdote?
Las Oblatas “nacimos” en
el Cenáculo; el núcleo, la raíz de nuestro carisma está en aquel primer Jueves
Santo, en aquella noche de amor hasta el extremo en la que Cristo que acaba de
instituir la Eucaristía
y el sacerdocio, El entreabre su corazón y expresa su intimidad con unas
palabras que no le habíamos escuchado hasta entonces. Es Juan, el discípulo
amado quien las recoge en el capítulo 17 de su evangelio : “Padre Santo,
guárdalos en tu Nombre, …mientras he estado con ellos yo los he guardado, pero
ahora, voy a Ti…No te pido que los saques del mundo sino que los preserves del
mal. Yo por ellos ruego, y por ellos yo me ofrezco en oblación…Y no solo por
ellos sino por todos los que crean por la palabra de ellos.
Este carisma que surge
del Jueves Santo tuvo su comienzo en el tiempo el 25 de abril de 1938, por el
encuentro providencial en Madrid, en plena guerra civil española, de Nuestros
Padres Fundadores: el Venerable José Mª García Lahiguera y M. Mª del Carmen
Hidalgo de Caviedes, que se comprometieron en ese día a llevar a cabo lo que el
Señor había puesto en su corazón a costa de lo que fuera
Y eso ¿Cómo lo vivimos?
Pues como lo hizo Cristo y lo hizo su madre, en una vida sencilla, enteramente
entregada a la Voluntad
del Padre, que es el altar de la oblación. Una vida en que Cristo es todo, y lo
demás es relativo; y esto en todos los campos, y así: vida pobre y austera, como en lo afectivo, amando con un corazón
virgen a cada persona como la ama El. Una vida en obediencia, en una clausura
que en su limitación de espacio, de relaciones y de tareas externas proporciona
un ámbito de interioridad para vivir profundamente la vocación a la que hemos
sido llamadas: ser la oración y oblación de Cristo en el corazón de la Iglesia.
Una vida escondida con
Cristo en Dios, pero con una gran dimensión apostólica y misionera. En este
sentido, hay una gran vinculación entre la vida contemplativa y la vocación
misionera, ya sabemos que la patrona de las misiones es Sta.Teresa del Niño
Jesús, una monja de clausura que nunca salió de su convento y esto es algo que
llevamos muy en el corazón tanto los misioneros como las contemplativas. De
hecho muchas de nosotras pensamos en un principio que Dios nos llamaba a una
vida misionera hasta que el Señor nos hizo comprender a cada una por diversos caminos que esos
grandes deseos de que todos conocieran la alegría de la salvación (no se
satisfacían con un hacer aquí o allá que nos sabía a poco, como si el corazón
estuviera hecho para otra medida…) sino que El nos reclamaba ser grano de trigo
que se entierra y rompe en el silencio y soledad del surco y así da mucho
fruto, que nos llamaba a dar la vida para que otros tengan Vida en abundancia.
Por eso es muy
significativo que la
Delegación de Misiones organice estas oraciones en los
monasterios de clausura, porque expresa este vínculo estrecho entre la misión y
la oración o la dimensión apostólica de toda vida contemplativa, y que a
primera vista puede no entenderse porque son vidas muy distintas aparentemente.
Muy importante también
el papel de la parroquia La parroquia es como el semillero o el jardín en que
se cuida a cada persona para que crezca y se desarrolle según el Plan de Dios y
allí se gestan todas las vocaciones, los matrimonios, las misioneras, las
sacerdotales, las contemplativas y
sobre todo se enseña a amarlas a todas sabiendo que todas son necesarias,
y que nos necesitamos unos a otros. Que nunca estamos solos aunque podamos
sentirnos solos.
Ojalá cada seminarista
y cada sacerdote pueda experimentar esta verdad: Que aunque pueda experimentar
la soledad, nunca está solo porque muchas personas que a lo mejor no llega a
conocer en esta vida le sostienen con su oración, ofreciendo sus enfermedades…
y porque Cristo mismo quiso regalarle esta Congregación donde estas Hermanas
oran día y noche y consumen su vida para que ellos siempre la tengan en
abundancia para repartir a tantas personas sedientas de Dios, a tantas personas
que caminan en tinieblas.
Termino con la frase que
dirigió un sacerdote misionero a una de nuestras Hermanas: “yo permaneceré de
pie, mientras tu permanezcas de rodillas”