martes, 4 de abril de 2017

Oración por las misiones, el motor de los misioneros

El pasado 26 de marzo –IV Domingo de Cuaresma- tuvimos una nueva edición de la Oración por las misiones que mensualmente organiza nuestra Delegación y que en esta ocasión se desarrolló en el Monasterio de Sta. Mª de los Desamparados de las HH. Oblatas de Cristo Sacerdote en Moncada.
Se daba la circunstancia de que a lo largo de los domingos de Cuaresma, la parroquia de S.Jaime de Moncada ha ido presentando los diversos carismas que enriquecen la vida de la parroquia, por lo que al corresponder ese domingo a las HH. Oblatas se aunaron los dos fines: oración por las misiones y presentación del propio carisma, adquiriendo así un tono particular.
La celebración presidida por el Delegado de Misiones, D. Arturo García, siguió el esquema acostumbrado con Exposición del Santísimo, momentos de adoración y vísperas cantadas por toda la asamblea que llenaba la Capilla y que estuvo integrada por algunos sacerdotes, un grupo de seminaristas y miembros de las otras congregaciones religiosas presentes en Moncada, fieles de Moncada y pueblos cercanos, así como la Comunidad de HH. Oblatas; gozando todos por la belleza de la liturgia y el ambiente de oración y comunión.
Además de las palabras de acogida al inicio, las Hermanas después de la lectura breve, explicaron su carisma subrayando la vinculación que tienen como contemplativas a la vocación misionera.

Después de la Bendición y antes de la Reserva se cantaron las Letanías de Cristo Sacerdote y Víctima, uniéndose así toda la asamblea a la oración perenne de estas Hermanas por los sacerdotes y la Iglesia entera

TESTIMONIO-PRESENTACIÓN DEL CARISMA
Aunque la mayoría de vosotros nos conocéis, alguno se puede preguntar: Y ¿cómo surge esta vocación de las Oblatas de Cristo Sacerdote?
Las Oblatas “nacimos” en el Cenáculo; el núcleo, la raíz de nuestro carisma está en aquel primer Jueves Santo, en aquella noche de amor hasta el extremo en la que Cristo que acaba de instituir la Eucaristía y el sacerdocio, El entreabre su corazón y expresa su intimidad con unas palabras que no le habíamos escuchado hasta entonces. Es Juan, el discípulo amado quien las recoge en el capítulo 17 de su evangelio : “Padre Santo, guárdalos en tu Nombre, …mientras he estado con ellos yo los he guardado, pero ahora, voy a Ti…No te pido que los saques del mundo sino que los preserves del mal. Yo por ellos ruego, y por ellos yo me ofrezco en oblación…Y no solo por ellos sino por todos los que crean por la palabra de ellos.
La Oblata sorprende ese latido del corazón de Cristo, como ese “flash”, esa instantánea de la vida de Cristo y se reconoce AHÍ: Siente que El la llama, es la vocación a entregarle toda su persona, su ser y vida para que Cristo pueda seguir prolongado en el tiempo, en ella, en su humanidad, ESO que El dejó escapar en esa Noche Santa: su oración y oblación por la santidad de los sacerdotes y de toda la Iglesia. Por eso la Congregación es de vida contemplativa claustral porque su fin es sobrenatural: la santidad sacerdotal y solo se alcanza por vía sobrenatural, vía oración
Este carisma que surge del Jueves Santo tuvo su comienzo en el tiempo el 25 de abril de 1938, por el encuentro providencial en Madrid, en plena guerra civil española, de Nuestros Padres Fundadores: el Venerable José Mª García Lahiguera y M. Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes, que se comprometieron en ese día a llevar a cabo lo que el Señor había puesto en su corazón a costa de lo que fuera
Y eso ¿Cómo lo vivimos? Pues como lo hizo Cristo y lo hizo su madre, en una vida sencilla, enteramente entregada a la Voluntad del Padre, que es el altar de la oblación. Una vida en que Cristo es todo, y lo demás es relativo; y esto en todos los campos, y así: vida pobre y austera,  como en lo afectivo, amando con un corazón virgen a cada persona como la ama El. Una vida en obediencia, en una clausura que en su limitación de espacio, de relaciones y de tareas externas proporciona un ámbito de interioridad para vivir profundamente la vocación a la que hemos sido llamadas: ser la oración y oblación de Cristo en el corazón de la Iglesia.
Una vida escondida con Cristo en Dios, pero con una gran dimensión apostólica y misionera. En este sentido, hay una gran vinculación entre la vida contemplativa y la vocación misionera, ya sabemos que la patrona de las misiones es Sta.Teresa del Niño Jesús, una monja de clausura que nunca salió de su convento y esto es algo que llevamos muy en el corazón tanto los misioneros como las contemplativas. De hecho muchas de nosotras pensamos en un principio que Dios nos llamaba a una vida misionera hasta que el Señor nos hizo comprender  a cada una por diversos caminos que esos grandes deseos de que todos conocieran la alegría de la salvación (no se satisfacían con un hacer aquí o allá que nos sabía a poco, como si el corazón estuviera hecho para otra medida…) sino que El nos reclamaba ser grano de trigo que se entierra y rompe en el silencio y soledad del surco y así da mucho fruto, que nos llamaba a dar la vida para que otros     tengan Vida en abundancia.
Por eso es muy significativo que la Delegación de Misiones organice estas oraciones en los monasterios de clausura, porque expresa este vínculo estrecho entre la misión y la oración o la dimensión apostólica de toda vida contemplativa, y que a primera vista puede no entenderse porque son vidas muy distintas aparentemente.
Muy importante también el papel de la parroquia La parroquia es como el semillero o el jardín en que se cuida a cada persona para que crezca y se desarrolle según el Plan de Dios y allí se gestan todas las vocaciones, los matrimonios, las misioneras, las sacerdotales, las contemplativas y   sobre todo se enseña a amarlas a todas sabiendo que todas son necesarias, y que nos necesitamos unos a otros. Que nunca estamos solos aunque podamos sentirnos solos.
Ojalá cada seminarista y cada sacerdote pueda experimentar esta verdad: Que aunque pueda experimentar la soledad, nunca está solo porque muchas personas que a lo mejor no llega a conocer en esta vida le sostienen con su oración, ofreciendo sus enfermedades… y porque Cristo mismo quiso regalarle esta Congregación donde estas Hermanas oran día y noche y consumen su vida para que ellos siempre la tengan en abundancia para repartir a tantas personas sedientas de Dios, a tantas personas que caminan en tinieblas.
Termino con la frase que dirigió un sacerdote misionero a una de nuestras Hermanas: “yo permaneceré de pie, mientras tu permanezcas de rodillas”