Queridos
hermanos, hermanas y amigos de los misioneros, qué tal estáis ?
Me
llamo Mª Amparo, soy de Valencia, misionera en Togo desde hace cinco años y
quisiera compartiros el por qué soy misionera y en África.
Cuando
tenía 12 años un profesor me pidió escribir una redacción sobre una persona
cualquiera y elegí describir la vida de un niño ciego del África del Sur. La
sensibilidad por el pueblo africano fue en aumento cuando Dios me llamó a
amarle en mis hermanos a tiempo completo y con todo mi ser. Uno de los días más
felices de mi vida fue el día que me dijo como a Moisés : «
Anda, yo te envío a sacar a tu pueblo de la esclavitud ». No hubiera
imaginado nunca que mi vida pudiera tener tanto valor.
Cuando
vine a Togo me encontré con una cultura muy diferente a la mía : hablan
moba, comen hojas de baobab, las madres llevan los niños en la espalda y
duermen en el suelo. Al principio me asustaba tanta diferencia hasta que empecé
a descubrir que también hay muchas cosas en común : el amor, la alegría,
la solidaridad, el respeto. Descubrí que somos hermanos, hijos de un mismo
Padre del Cielo y eso me acercó te todo corazón a ellos.
Mi
labor es la de apoyar a la Iglesia que es muy joven y necesitada en su misión
de dar a conocer este Padre. Mis hermanos africanos piensan que Dios está lejos
y no se puede hablar con Él. Además, piensan que cuando sufren es porque Dios
les ha abandonado. Sin embargo todos sabemos que no es así porque el Padre
envió a Jesús para decirnos que no nos puede olvidar. Muchas veces no entienden
lo que les queremos decir en la catequesis pero cuando ven que nosotros lo
hemos dejado todo por venir y amarles entienden que Dios está cerca y que les
ama también hasta sacrificarse por ellos.
Al
principio los niños de mi calle me llamaban blanca, hoy me llaman mamá, porque
han encontrado en mí unas entrañas maternas que les cuida cuando están sanos y
cuando están enfermos, que les corrige y les abraza a la vez. Yo no soy
perfecta pero hago lo que puedo y cada día intento poner un poco más de amor en
lo que hago con la gracia de Dios. Soy tremendamente feliz porque hago feliz a
la gente.
Me
alegro mucho de poderos hacer partícipes de mi vida misionera y espero que recéis
por mí y por los misioneros del mundo que estamos lejos de vosotros. Para nosotros es un consuelo saber que somos una familia verdadera y que tenemos hermanos
velando por nosotros.
Un
abrazo fuerte y que Dios os
bendiga.