Para que los obispos, los presbíteros y los diáconos sean incansables
anunciadores del Evangelio hasta los confines de la tierra, es la intención
misionera del Papa para este mes de marzo.
En
el Decreto Presbyterorum Ordinis, del Concilio Vaticano II, sobre el ministerio
y la vida de los presbíteros, recuerda que "el Pueblo de Dios se reúne, ante
todo, por la palabra de Dios vivo que, con todo derecho hay que esperar de la
boca de los sacerdotes.
Pues como nadie puede salvarse, si antes no cree, los
presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal
el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el
Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: ‘Id por todo el mundo y
predicar el Evangelio a toda criatura’. Porque con la palabra de salvación se
suscita la fe en el corazón de los no creyentes y se robustece en el de los
creyentes, y con la fe empieza y se desarrolla la congregación de los fieles,
según la sentencia del Apóstol: ‘La fe viene por la predicación, y la
predicación por la palabra de Cristo’. Los presbíteros, pues, se deben a todos,
en cuanto a todos deben comunicar la verdad del Evangelio que poseen en el
Señor. Por tanto, ya lleven a las gentes a glorificar a Dios, observando entre
ellos una conducta ejemplar, ya anuncien a los no creyentes el misterio de
Cristo, predicándoles abiertamente, ya enseñen el catecismo cristiano o expongan
la doctrina de la Iglesia, ya procuren tratar los problemas actuales a la luz de
Cristo, es siempre su deber enseñar, no su propia sabiduría, sino la palabra de
Dios, e invitar indistintamente a todos a la conversión y a la santidad. Pero la
predicación sacerdotal, muy difícil con frecuencia en las actuales
circunstancias del mundo, para mover mejor a las almas de los oyentes, debe
exponer la palabra de Dios, no sólo de una forma general y abstracta, sino
aplicando a circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del
Evangelio”.OMPRESS-ROMA.