lunes, 5 de noviembre de 2012

Carta de Alberto Cisneros, misionero en Nicaragua


Desde Nicaragua nos llega el testimonio del joven sacerdote de Osma-Soria, Alberto Cisneros, misionero en este país centroamericano, al que está entregando sus primeros años de sacerdote.
“Está semana no he podido resistirme a volveros a escribir y compartir con todos vosotros una experiencia que viví ayer mismo y que ha sido de las más bonitas desde que llevo por aquí.
Ayer subía a Managua para celebrar la fiesta de san Judas Tadeo junto con mis hijos mayores que están estudiando o prestando su año de servicio en la capital (la casa de los varones está bajo su patrocinio). Nunca imagine cuando me levanté este día que sería uno de los más felices, no porque hubiera fiesta, que la hubo, sino porque me pase toda la noche desvelado por la presencia de Dios a través de un pequeño que comenzaba a vivir en nuestra familia.
Se trata de Leonardo, un niño de 9 años, que no puede ser cuidado por su mamá y corre peligro de acabar mal. A su corta edad ya ha visto muchas cosas, lo que le lleva a ser tremendo y espabilado, como decimos en España “ve crecer la hierba”.



Pertenece al proyecto de niños de los semáforos que llevan adelante los chavalos mayores de Managua, pero cuando llegué me sorprendieron con que Leonardo ya entraba a formar parte de la familia, no se podía demorar más. Así que anoche terminando la actividad se vino conmigo a la casa de Guadalupe que es dónde me quedo a dormir cuando estoy en Managua, y allí en mi cuarto, después de bañarlo pues estaba todo sucio y sabe Dios desde cuando no veía el agua, le pusimos un colchón y durmió toda la noche. Aproveche para lavarle su camiseta y short, lo único que traía. Tenía miedo de que despertara y se asustara, por eso dejé toda la noche encendida la luz del baño, pero todo lo contrario, el niño está tranquilo, como si siempre hubiese vivido conmigo, como si yo fuera realmente su verdadero padre. La seguridad que siente y el cariño hacen que sonría y se muestre espontáneo en todo momento, como lo es un niño de su edad.
Como imagináis no he dormido en toda la noche contemplando a Jesús en este pequeño que nos envía, pero no me importa, sabía que era un momento especial y que era la única respuesta de amor para ese niño. Se ha levantado de un salto diciendo “padre, ya está amaneciendo”, así que a comenzar la jornada. Le hemos preparado huevo revuelto con arroz y jugo de papaya para desayunar, que se ha comido hasta llenar, y después “operación shopping”, de compras por el mercado para proveerlo de pantalón, camisetas, deportivas, calcetines… y todo lo necesario para dignificar su vida. Se han venido conmigo pequeñas que están en Managua y era una preciosidad verlas como ejercían de hermanas mayores, probándole una y otra cosa, y demostrando un sinfín de atenciones con el niño, quizás recordando el día de su ingreso y la dureza de su vida pasada. La sonrisa en el rostro de Leonardo demostraba en todo momento su agradecimiento.
Ahora ya estamos en P. Wasson, con el resto de los hermanos que a partir de ahora formarán su nueva familia. Pasará unos días en la clínica hasta que le hagamos todos los exámenes necesarios, pues cuando llegan no sabemos qué enfermedad pueden traer. Desde el primer momento que nos encontramos ayer “padre esto, padre lo otro”, y me busca en todo momento o agarra mi mano sintiendo seguridad. Un momento que me he ido a mi cuarto para ducharme y alistarme para misa no sé como lo ha hecho pero se ha salido de la clínica y se ha ido en mi búsqueda. Mientras escribo esto él está pintando, le gusta mucho, y en un momento iremos para ponerlo guapo para la celebración, hoy será presentado a toda la familia. Y por eso os escribo, para que conozcáis al nuevo hijo por el que tenéis que rezar y cuidar desde la distancia. Vuestras aportaciones me han ayudado hoy a vestir a mi último hijo. Muchas gracias por estar ahí siempre”.OMPRESS-NICARAGUA.