viernes, 1 de julio de 2022

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Pobres

Recientemente se hacía público el mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Pobres de este 2022. El mensaje lleva como encabezado “Jesucristo se hizo pobre por vosotros”, que será el lema de la jornada y que se inspira en la segunda carta a los Corintios, y no olvida a los muchos pobres que “genera la insensatez de la guerra”. Esta es ya la VI jornada de los pobres, una celebración, que le mismo Papa Francisco instituyó al concluir el Jubileo de la Misericordia, estableciendo que se celebrase el domingo que precede la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo, este año el 13 de noviembre próximo.



El mensaje considera que esta jornada es “una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente”. Un presente que parecía dejar atrás la tempestad de la pandemia peor que afronta nuevas amenazas: “la guerra en Ucrania vino a agregarse a las guerras regionales que en estos años están trayendo muerte y destrucción”. Por eso, lamenta el Papa Francisco: “¡Cuántos pobres genera la insensatez de la guerra! Dondequiera que se mire, se constata cómo la violencia afecta a los indefensos y a los más débiles”. Porque son millones “las mujeres, los niños, los ancianos obligados a desafiar el peligro de las bombas con tal de ponerse a salvo buscando amparo como refugiados en los países vecinos. Los que permanecen en las zonas de conflicto, conviven cada día con el miedo y la falta de alimentos, agua, atención médica y sobre todo de cariño”. ¿Cómo dar una respuesta a esto?

El Papa recuerda cómo Pablo organizó una gran colecta a favor de los pobres en la Iglesia de Corinto y, “como si el tiempo no hubiera transcurrido desde aquel momento, también nosotros cada domingo, durante la celebración de la Santa Eucaristía, realizamos el mismo gesto, poniendo en común nuestras ofrendas para que la comunidad pueda proveer a las exigencias de los más pobres”. La solidaridad, explica, no es otra cosa que “compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra. Mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad”.

No se trata solo de “tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, como suele suceder; es necesario, en cambio, hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario. No es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído”. Y presenta el Papa la dicotomía entre la pobreza que enriquece y la que mata. Esta última “es la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos. Es una pobreza desesperada, sin futuro, porque la impone la cultura del descarte que no ofrece perspectivas ni salidas. Es la miseria que, mientras constriñe a la condición de extrema pobreza, también afecta la dimensión espiritual que, aunque a menudo sea descuidada, no por esto no existe o no cuenta”. En cambio la que enriquece y libera “es la que se nos presenta como una elección responsable para aligerar el lastre y centrarnos en lo esencial”. Y aquí el mensaje recoge una hermosa cita de San Juan Crisóstomo: “Si no puedes creer que la pobreza te enriquece, piensa en tu Señor y deja de dudar de esto. Si Él no hubiera sido pobre, tú no serías rico; esto es extraordinario, que de la pobreza surgió abundante riqueza”.

El mensaje concluye con la figura del hermano Charles de Foucauld, recientemente canonizado, “un hombre que, nacido rico, renunció a todo para seguir a Jesús y hacerse con Él pobre y hermano de todos”. En sus escritos Foucauld recordaba: “No dejemos nunca de ser pobres en todo, hermanos de los pobres, compañeros de los pobres, seamos los más pobres de los pobres como Jesús, y como Él amemos a los pobres y rodeémonos de ello”. Una invitación a un “examen de conciencia personal y comunitario, y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra fiel compañera de vida”.