viernes, 13 de diciembre de 2013

Noticias Misioneras Juan José Aguirre desde la Republica Centroafricana.

El misionero comboniano arzobispo Juan José Aguirre, nos cuenta la violencia que esta sacudiendo a la República Centroafricana, los ataques a la población y como se refugian en las parroquias

Introducción a la novena por la Paz en Centroáfrica

(Esta introducción es un homenaje a los sacerdotes, religiosos/as y a tantos laicos que han acogido, sobre todo en las parroquias, a cientos de miles de personas durante estos días en Bangui para protegerlos, alimentarlos, ayudarlos, compartir sus penas y rezar con ellos, sembrando paz y esperanza).
Jueves 5 de diciembre. Fue un día sin paz en Bangui, la capital. Casi diría un día apocalíptico, con decenas de muertos. Algunos los vi abatidos, víctimas colaterales, derrumbados de forma grotesca en mitad de una avenida. Donde se ha escondido la paz en este país? Un país de 4 millones y medio de habitantes sobre el que cae la tarde. Se acerca la Navidad. Será una Navidad con Belén y pandereta, o será más bien con Herodes, machetes y guardia presidencial? Ese día, estaba yo plantado sobre el césped del Seminario medio de Bangui contemplando las 5.000 personas que se amontonan a lo largo y ancho del prado, de la veranda y el campo de fútbol. Habían ocupado incluso la Iglesia. Habían llegado en familia, mujeres con fardos enormes en la cabeza, jóvenes embarazadas con niños atados en su espalda, grupos de chiquillos con bultos como equipaje y el corazón destilando adrenalina y encogido por el miedo.
Miedo es la antítesis de la paz. Mezclado con la desconfianza y el recelo, este miedo es semilla de odio, que también es antítesis de la paz. Me acerqué a una mujer que lloraba mientras pasaba lentamente las cuentas de su rosario. Caterina. Responsable con Jean Bosco, su marido, de los 40 niños y jóvenes del orfanato de san Pablo, a tres tiros de piedra. Pensaba en su casa, que había dejado vacía, su única casa con sus únicos bienes que podían ser saqueados aquella noche. Quería paralizar aquella posible violación de su intimidad con las cuentas de su rosario de plástico fosforescente. El rosario es una llamada a la paz. Le dije que repitiera como la Virgen: "Haced lo que El os diga", cargando así las pilas de su esperanza. La esperanza lleva a la paz. Centroáfrica tiene que pasar página, buscar la paz, vivir en paz. Me contestó que estaba rezando justamente para llenar su corazón de una gota de esperanza, la primera gota de su vaso vacío. Le dije que cuando se pierde la esperanza  aun queda la esperanza de volver a tener esperanza y que ésta es hermana gemela de la oración. Me pidió que rezara por ella y por sus hijos, por su marido. Que iban a hacer una cadena de oración, esa noche, allí en el prado, para pedir a Dios la paz. Mientras le hago la señal de la cruz en la frente le prometí mi oración y haría rezar por ella. Una cadena de oraciones por la paz, que en España llamamos una novena de oraciones, porque vuelva la paz en Centroáfrica. Sé por experiencia, 35 años de África, que el poder de la oración es capaz de derretir el odio. El odio amarga. La paz dulcifica la vida. El perdón sin más desenreda los nudos. El perdón sin condiciones libera de la acidez y de la tristeza en el tu a tu.
En la Tv. siguen pasando escenas de jóvenes histéricos dedicados al pillaje y violencia. Un pueblo no puede vivir toda una vida alimentando semillas de odio en su corazón. Un barrio, una familia, no puede vivir eternamente en la desconfianza  y el recelo, dividiendo sus vecinos entre amigos y enemigos, entre musulmanes y otros. No se puede vivir durante años con un nudo de odio en la garganta, un cortocircuito de rabia en el vientre.
Centroáfrica lleva 10 años en estado de "golpe de estado", 10 años de amotinamientos y ataques al poder, 10 años de olor a pólvora y a fase terminal, 10 años de crecer sin crecer, de vivir muriendo.
La Ong "Ayuda a la Iglesia que sufre" (aqui se llama "Kirche in Not") quiere empezar una novena de oración por la paz en Centroáfrica antes de Navidad. Me uno a ellos de corazón. Es la promesa que le hice a la mujer del rosario fosforescente. Ella es la foto del pueblo centroafricano, tirada por el suelo y empobrecida, pero es ella, la mujer centroafricana, la única, madre, hermana o esposa, que puede poner un rastro de cordura en el corazón de aquellos que, en vez de estrellas de paz, siembran semillas de odio.

                                             Para Ayuda a la Iglesia que sufre, 11/12/2013
                                               + Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou