viernes, 8 de noviembre de 2013

Noticias Misionera de Jose Miguel Celma desde Ecuador y Cuba.

“Llenados de alegría”
La alegría es un don de Dios, un signo de felicidad, de esperanza, de fe. Todos buscamos la alegría, pero ¿Cómo estar alegre siempre? ¿Cómo si tu trabajo parece inútil? ¿Cómo estar alegre si tienes problemas, si piensas que molestas? ¿De dónde sacar la alegría?
Ramón Pla y Ruben Cortell en san Patricio, parroquia situada en Manta, Ecuador, me acogieron con gran alegría y allí fui conociendo la gran labor que desarrollan los misioneros, recorrí las siete capillas, participando en todas las actividades de la parroquia. Recuerdo la alegría de los monaguillos, ministrables se llaman allí, casi cien entre todos, que bien servían a una cuidada liturgia. La alegría de los coros cantando con unción para Dios, la de los enfermos al llevarles la comunión, o algunos pobres al ser visitados. El gozo en las celebraciones de la Eucaristía y en la catequesis. No porque no tuvieran dificultades, al contrario, pero los misioneros llevan a Dios y eso recuerda esa alegría de la que habla el Evangelio cuándo se anuncia a los pobres, pobres bien ricos porque los han llenado de Dios. Esa es la tarea extenuante de los misioneros que, llenos de Dios, llenan a los demás.

No se llenan de cosas, ni de muchos caprichos para el estómago, pero se saben queridos por Dios, acompañados por la Iglesia, perdonados, alimentados con los sacramentos. Los misioneros llevan adelante iniciativas para atender sus cuerpos, un pequeño centro médico, dos farmacias, atención alimentaria, sillas de ruedas… pero no pueden saciar todas las necesidades del cuerpo, sin embargo sí pueden llenarlos hasta arriba de Dios y están alegres.
Después, en Cuba, fui acogido por Felix Ferré y José Siurana; también mucha alegría en aquella Iglesia de Santa Clara; ya en pequeños pueblos donde está Felix, como en barrios periféricos de la cuidad, donde sirve José. Hay pocos templos, algunos se están restaurando tras años de abandono. Donde no hay se organizan celebraciones, catequesis, invitando a sus vecinos a la Misa que se celebra en su casa o jardín. Son comunidades nacientes donde, después de una iglesia anciana y testimonial, surgen comunidades, se bautiza a jóvenes y mayores, los niños reciben catequesis, en ellas van habiendo jóvenes que saliendo de estas comunidades dispersas, se reúnen, se preparan y son enviados a hacer misión cada año durante diez días en las parroquias y poblados. ¡Que alegría en estos jóvenes en la Misa que reunidos con el obispo y sacerdotes celebran y llevan la alegría de ser cristiano a los poblados y barrios que misionaban! Muy agradecido a los misioneros a todos los feligreses que me acogieron y en especial a Monseñor Arturo González, el obispo de santa Clara que tuvo una atención exquisita conmigo, como la tiene con nuestros misioneros.

Alegría de poder celebrar, de cantar, que grande la alegría de los carismáticos en su encuentro en el jardín dedicado a la Virgen del Cobre, de los enfermos del Papiro, de los parroquianos que acudieron a encontrarse con el delegado de Misiones que venia de la Diócesis de Valencia, de donde son los misioneros.
La alegría que da Dios no se pierde con las dificultades de la vida, ni con los fracasos de nuestros proyectos, o con la falta de medios, ya sea de Internet o de… otros problemas sociales, políticos, económicos nada hay que pueda apartarnos de Cristo y de su alegría.
Yo también regresé llenado de alegría, una alegría que no pudo apagar el cansancio de un viaje intenso, de muchos aviones y escalas, agradezco aquí al misionero gallego José Martínez que alivió mucho mi escala en Caracas.
Esto he vivido en mi visita a los misioneros y quería compartirlo con vosotros, gracias por permitírmelo al leer esta página.